La fuerte carga política y social que Sierra imprime a sus series fotográficas se centra en este ciclo en la denuncia de los conflictos armados desatados por Occidente en el siglo XXI, originados por una civilización que necesita la guerra para sustentar el supuesto progreso y refinamiento de sus estados.
Para ello se enfrenta a la alienación de las personas implicadas en las contiendas, engullidas por el perverso mecanismo del poder que las reduce a meros números. La documentación empleada por el artista procede de los archivos del centro de información International Middle East Media Center [1] y del periódico Al Akhbar Beirut [2] y, si bien la investigación puede ser infinita, Sierra intenta representar los principales enfrentamientos de nuestra época procurando adaptarse a los contextos locales de los países que han acogido la exposición.
En esta ocasión, el fotógrafo ha querido dedicar esta muestra a los mártires de Gaza y por extensión a todos los fallecidos en las numerosas guerras que hasta ahora se han producido en lo que llevamos de siglo.
Así, una sucesión de imponentes figuras, unas vestidas de uniforme y otras de civil, de distintas nacionalidades, forman fila en la exposición dispuestas a ras de suelo pero con un tamaño ligeramente mayor al natural, dotándolas de una gran cercanía al visitante que, sin embargo, reconoce inmediatamente una velada y sutil superioridad que refuerza la solemnidad de los retratados.
Se elude todo artificio retórico para crear una estructura sencilla capaz de transmitir el mensaje de forma directa y franca, la cual contrasta con los aplastantes sentimientos que provoca. Una inquietante sensación de desasosiego aparece cuando se entra en la sala. Parece que en cualquier momento los protagonistas de las fotografías se volverán para mirarnos y que entonces no tendremos escapatoria, el problema será real. El artista nos coloca ante él y nos obliga a enfrentarlo de forma consciente, esperando que podamos aprender algo valioso de ello y demostrando una vez más la capacidad que tiene el arte para generar una respuesta social.
Sierra no puede recuperar los rostros de las víctimas a las que dedica su trabajo, por lo que permanecen de espaldas, anónimas. Sin embargo, al colocarlas ante nosotros de esta forma tan directa, mientras resuenan en nuestros oídos los nombres enunciados por la proyección que acompaña la exposición –que sí pueden identificarlas encarnándose en cualquiera de las efigies reunidas en la muestra–, nos impulsan a querer averiguar quiénes fueron. Al fin y al cambo, ¿no es ese su verdadero propósito, que nos impliquemos personalmente?