En esta exposición encontramos por primera vez en su trayectoria una pieza de aluminio tallada de manera manual con un martillo y un Koyashuke (herramienta japonesa de desbastado del material): Tunohokori II. La dureza del material empleado va dando lugar a un gran cambio de energía entre el artista y la pieza que ejemplifica a la perfección la filosofía de Tadanori.
Se completa la exposición con una serie de dibujos de tinta china sobre papel con una acumulación de cientos y cientos de trazos depositados de manera meticulosa y delicada. La «segmentación celular» es el motivo principal de los mismos, el origen de la vida que le generó tanta inquietud a raíz del nacimiento de su hija. Es esta inclinación natural hacia la reflexión la que genera una exposición de gran madurez en la trayectoria de este artista.
Cuando ejecuta sus piezas, Tadanori «realiza una reflexión en torno a la materia, en torno a la energía asociada a la misma y, en definitiva, en torno a la existencia», como afirma Alfonso Palacio en el texto introductorio del catálogo de la exposición Negro silencio del Museo de Bellas Artes de Gijón. Según él, el artista japonés «reflexiona sobre aspectos tan variados como el origen y la evolución de la vida, el tiempo asociado a la misma y su inevitable relación con la muerte, la pervivencia de la energía conectada a la materia, el misterio de la creación y el papel del artista como demiurgo, capaz de insuflar espíritu poético a todo aquello que toca».