Dieric Bouts (c. 1410-1475) ha sido considerado principalmente como un ‘Primitivo flamenco de la segunda generación’ o como el ‘pintor del silencio’. Su obra es menos conocida que la de Van Eyck y menos ‘instagrameable’ que las escenas apocalípticas de El Bosco. Esta muestra le rinde un imponente tributo. Por primera vez, casi treinta obras de Bouts se reúnen en la bella ciudad donde pintó sus mejores obras.
Una bruma de misterio rodea su origen. ¿Dónde nació? Probablemente en Haarlem, el actual Países Bajos. ¿Cuándo? Alrededor de 1415. ¿Por qué se trasladó a Lovaina? Lo cierto es que su nombre aparece por primera vez en los registros de la ciudad en 1448, cuando casó con Catharina van der Brugghen, hija de un patricio, lo que ya indica el estatus que había alcanzado.
El concepto que Peter Carpreau, su comisario, ha ideado para la ocasión es muy original. La imagen que tenemos hoy del artiste peintre no existía en el siglo XV. Bouts no era un genio romántico ni un brillante innovador. Era, por encima de todo, un creador de imágenes. Pintaba lo que se esperaba de él y destacaba en ello. Por lo tanto, para Carpreau tiene sentido confrontarlo con los creadores de imágenes de hoy: fotógrafos deportivos, cineastas, desarrolladores de juegos… M Leuven sitúa sus obras junto a las del viejo maestro y plantea un reto al visitante: ¿en el trabajo de quién encuentra hoy los trucos técnicos que ya utilizó Bouts en el siglo XV?
Recorramos la muestra tal y como la ha imaginado su comisario.
1. Lovaina
La ciudad que se yergue orgullosa. Después de los horrores de la guerra y de la peste del siglo anterior, Lovaina experimentó un verdadero renacimiento en el siglo XV. La nueva universidad permitió que la ciudad de Brabante, en competencia eterna con Bruselas, disfrutara de sus días de gloria. Una nueva cultura cívica comenzó a desatarse. La riqueza de las escenas de Bouts, el poder de sus retratos, sus paisajes sobrenaturales: todo anuncia un futuro prometedor.
2. Retrato
No hecho por manos humanas. La ciudad rebosaba autoconfianza. El resultado fue un espectacular nuevo ayuntamiento, la iglesia de San Pedro y, por supuesto, la universidad. Pero la cultura visual también cambió y las pinturas antes reservadas para la aristocracia y la iglesia se filtraron hacia una capa más amplia de la población. Ni los reyes ni los papas pudieron ofrecer una respuesta a los estragos del siglo XIV. Ni la penitencia ni las donaciones a la iglesia doblegaron a la peste. Las gentes buscaban respuestas y comenzó a dudar sobre si el poder establecido podía proporcionárselas. La devotio moderna tuvo éxito: un movimiento que lanzó la sorprendente idea de que el destino podía estar en nuestras propias manos.
Los libros de bolsillo del siglo XV. Fue el profesor universitario Henri Wellens quien inició la devoción moderna en Lovaina. Donó el priorato de San Martín a los Hermanos de la Vida Común en 1435, y pronto se convirtió en un centro de producción donde se copiaban manuscritos en masa, en un formato estándar y sin ilustraciones. Muy diferentes, en suma, de los ricamente iluminados de las bibliotecas de los duques. Apenas eran libros de bolsillo, pero su número era lo que contaba. La Imitación de Cristo de Tomás de Kempis se copiaba con particular frecuencia. Un manual para la salvación individual del alma con consejos concretos para una amplia audiencia sobre el trabajo comunitario y el éxito personal siguiendo el ejemplo de Cristo.
Un icono para todos. También hubo un nuevo y próspero mercado de imágenes devocionales entre los ciudadanos acomodados, en particular para retratos de Cristo y de la Virgen. Imágenes que poseían una gran carga espiritual, una ‘energía divina’. No se consideraban simplemente imágenes de lo divino, sino divinos en sí mismos. Como la reliquia de un santo, pero ya no exclusivamente reservada para la iglesia. Dos de estos retratos son El varón de dolores o El rostro de Cristo de Bouts, y sus innumerables copias. Algo similar ocurría con los retratos de María. La idea subyacente era que había sido retratada con su hijo por el evangelista san Lucas. Se hicieron innumerables copias y variantes de la famosa Madonna de Cambrai, que en el siglo XV aún se consideraba el retrato original. Los retratos de Bouts también llevaban la etiqueta de calidad de ser más que una simple imagen. Cada Madonna con niño se refería a ese momento en que la Virgen posó ante san Lucas, y también en presencia de Dios mismo, como bebé en su regazo.
3. Paisaje
En un mundo muy, muy lejano. Un árbol, una roca, un río serpenteante: en la Edad Media estos no eran más que elementos decorativos para ilustrar el entorno de la historia, a veces literalmente para llenar los rincones de una miniatura. Eso cambia en el siglo XV. En la nueva cultura burguesa surge una inclinación por paisajes realistas que crean un mundo diferente. Bouts no inventó la pintura de paisajes. Hay maravillosos ejemplos en las obras de Jan van Eyck y Rogier Van der Weyden, pero definitivamente va un paso más allá. Perfecciona las técnicas visuales y añade profundidad, técnicas que también continuarán difundiéndose en el resto de Europa y que durante siglos serán habilidades básicas de cualquier pintor.
Profundidad revolucionaria. Bouts inaugura el efecto repoussoir y coloca a un personaje, arbusto o piedra en primer plano para crear, capa tras capa, una profundidad creíble. Los personajes y elementos del paisaje ya no se agrupan en un conjunto, sino que aparecen escalonados. Después aplica la perspectiva atmosférica: un paisaje en el horizonte (como en La perla de Brabante, por ejemplo) rodeado de una neblina azul o una ligera bruma que hace que parezca estar a una distancia creíble. En tercer lugar, para conectar todas las capas, utiliza elementos que guían la vista, como un camino o un río que lleva al espectador al fondo. El que admira la obra emprende un viaje a través de la pintura. Hoy, al estar frente a una tabla de Bouts, admiramos la sencilla construcción de su entorno, pero los lovanienses de la época debieron experimentar verdadero asombro.
Un lugar desconocido. El mundo que Bouts crea de manera tan realista no es el de Flandes. Dramáticas formaciones rocosas y plantas exóticas no formaban parte de su paisaje entonces ni ahora. Para ver algo así, un espectador habría tenido que viajar, por ejemplo, a Dinant o, para algunas de las plantas o la arquitectura inusual, a Oriente Próximo. Algunos, por supuesto, también lo hicieron, pero para el espectador habitual el mundo que Bouts creó era definitivamente diferente. Al hacerlo, apeló a nuevas emociones que seguramente complacieron a la emergente élite urbana. Personas que querían soñar o estremecerse. Que ambas cosas estuvieran cerca queda demostrado por un díptico como Paraíso e infierno. ¿Sirvió a un propósito teológico, para golpear y ungir al espectador al mismo tiempo? Muy probablemente. ¿Atendió al apetito típicamente humano por imágenes fantásticas y mundos de ensueño? Sin duda.
4. Perspectiva
Una nueva ventana por la que mirar. La fundación de la Universidad de Lovaina en 1425 puso a la ciudad en el mapa. Las ideas más innovadoras de Alemania, España e Italia encontraron rápidamente acomodo, incluidas las nuevas teorías sobre la perspectiva en la pintura. Dieric Bouts fue uno de los primeros en darse cuenta de ello. Su presencia en los libros de Historia del Arte tuvo mucho que ver con su aplicación de la perspectiva de punto de fuga. En resumen, todas las líneas en una obra bidimensional convergen en un solo punto, creando una creíble ilusión de profundidad. No fue el primero en utilizarla, pero sí uno de los pioneros, junto con, por ejemplo, Piero della Francesca en Italia
Todas las líneas convergen en Dios. Hoy, con nuestros ojos saturados de imágenes, apenas notamos esta innovación, pero para los espectadores del siglo XV debió ser increíble. El filósofo alemán Nicolás de Cusa le asoció una idea teológica, el punto imaginario donde todo convergía era Dios. Esto le da inmediatamente al marco alrededor de la pintura otro significado. Detrás de esta «ventana» no solo hay una tercera dimensión por descubrir, sino también una divina. Sabemos que De Cusa fue invitado dos veces a convertirse en profesor en Lovaina, que en ese momento era un imán para las nuevas ideas. Por lo tanto es muy posible que Bouts hubiera oído hablar de su teoría. Si es así, su proeza pictórica sirvió no solo para crear la ilusión de la realidad, sino también para la dimensión espiritual: todos estamos viajando hacia el mismo punto.
Avance rápido: el juego de la realidad. Bouts formaba parte de la vanguardia y una de las mayores innovaciones del Renacimiento fue el desarrollo de la perspectiva matemática. El impacto de este descubrimiento ha sido duradero en nuestra cultura visual (hasta que Picasso volvió a sacudir el tablero).
5. Lo cotidiano
El mundo es un espectáculo. El uso totalmente nuevo de la profundidad en el Renacimiento, tanto gracias a los paisajes como a la perspectiva del punto de fuga, abre todo un mundo de posibilidades. Por primera vez surge un escenario detrás del marco de la pintura, una escena que puede llenarse con personajes, objetos, interiores, de hecho, con cualquier cosa. ¿Qué elige hacer Bouts? Historiadores como Erwin Panofsky han marcado durante mucho tiempo el tono para la interpretación de los maestros flamencos. Leía casi cada elemento en cada pintura como un símbolo. El perro a los pies de los Arnolfinis de Van Eyck es un símbolo de fidelidad, un lirio detrás de María es un símbolo de su virginidad, una palma representa la Jerusalén celestial. Esa lectura simbólica suele tener sentido, como lo demuestran los innumerables perros, lirios y palmas utilizados por otros maestros en el mismo contexto.
A veces una bolita de pan es simplemente una bolita de pan. Pero quizás hay límites para la teoría del ‘simbolismo disfrazado’. Por ejemplo, ¿cómo interpretar el paño que cuelga del borde de la mesa en La Última Cena de Bouts? ¿Es una premonición del sudario en el que envolverán a Cristo al día siguiente? ¿O es simplemente un mantel? ¿Son los cuchillos en la mesa un presagio de los tormentos que le esperan a Cristo? ¿O son solo para cortar las empanadas?
El método de lectura simbólica se ha arraigado de tal forma que corremos el peligro de caer en la trampa de interpretar cada vaso y elemento decorativo como algo más. Los teólogos ayudaron a dar forma al mundo de Bouts y muchas de sus escenografías de hecho contienen un doble significado. Pero mirarlo a través de una lente diferente ofrece una bocanada de aire fresco. El pintor que representa objetos y costumbres tal como aparecían en su época simplemente para crear una atmósfera contemporánea (para ellos). Bouts intensifica la sensación de realidad en su obra mediante el uso de elementos reales. Con objetos y situaciones que eran familiares a los espectadores del siglo XV, pero igual de reconocibles hoy en día, construye un puente a través del tiempo. Averso al drama y al patetismo, utiliza la vida ordinaria para capturar matices que son igualmente relevantes para los espectadores actuales, precisamente porque son tan reconocibles.
6. Final
La Última Cena. El «gran final» de la exposición es La Última Cena de Bouts. Los ciudadanos de Lovaina la conocen por la Iglesia de San Pedro, para la cual también fue pintado originalmente el retablo. Para esta ocasión excepcional, la obra maestra se traslada temporalmente a M Leuven. Este es, de hecho, el pináculo, la obra en la que convergen todas las líneas anteriores.
Devoción moderna y el nuevo retrato. No hace falta ser un experto en la Biblia para ver que el panel central de La Última Cena tiene demasiados personajes. Los extras son presumiblemente los mecenas de la pintura: la Liga del Santísimo Sacramento. Ciertamente tomaron toda su inspiración de la devoción moderna. Defendían la búsqueda individual de la salvación del alma.
Paisaje y perspectiva. Los paneles laterales demuestran cuán adelantada estaba la pintura de paisajes de Bouts. Hay escenas del Antiguo Testamento que se refieren a la comida y al sacrificio que Cristo haría más tarde. La Marcha por el desierto utiliza todas las técnicas de efecto de profundidad: el repoussoir, la perspectiva atmosférica, el pasillo como un elemento llamativo. Pero lo que quizás impactó más a los espectadores fue el efecto dramático del cielo abierto, donde Dios aparece como el punto final de cada viaje.
La escena cotidiana. El retablo estaba destinado a la capilla sacramental de la Iglesia de San Pedro (por cierto, se puede ver en el panel central la Grote Markt desde los arcos de las ventanas, a la izquierda). En lugar del cordero pascual, Bouts pinta un plato vacío con una salsa de carne. No hay cáliz, sino vasos contemporáneos. Así que todo el entorno de la mesa se siente extrañamente hogareño. No estamos mirando a Jerusalén en el año 33, estamos mirando a Lovaina en 1465. La Lovaina de Dieric Bouts.
– ¿Quieres conocer otros atractivos de Lovaina [1]? ¿Y de otras ciudades de Flandes [2]?
New Horizons [3]
El Festival de Dieric Bouts [3]
Hasta el 14.01.24
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