La Fundación Mapfre (Madrid) acoge Luces de bohemia. Artistas, gitanos y la definición del mundo moderno [1], una gran exposición que presenta los orígenes de la bohemia artística y describe su vínculo con la representación de los gitanos en el arte a través de un centenar de obras de artistas como Goya, Watteau, Gainsborough, Teniers, Corot, Delacroix, Courbet, Manet, Degas, Sorolla, Sargent, Signac, Van Gogh o Picasso.
En la presentación de esta muestra, sus comisarios, Sylivain Amic, director de los Museos de Rouen [2], y Pablo Jiménez Burillo, director del Instituto de Cultura de la Fundación Mapfre, resaltaron que a través del centenar de obras expuestas se narran dos historias: una de enorme riqueza visual y otra que posibilita una reflexión sobre el artista moderno, aquella que describe la creación del mito del bohemio. El artista como un ser independiente, no contaminado y libre.
Libertad creativa
El concepto de bohemia artística se forja a mediados del siglo XIX, entre el Romanticismo y el movimiento realista. A partir de esos momentos se empieza a valorar por encima de todo la libertad creativa del artista, aunque –o incluso porque– ésta conlleve su marginación frente a la sociedad o su fracaso ante el público.
La pintura, la literatura, la prensa, la canción, la ópera y el cine contarán las historias de jóvenes talentos condenados a vivir en la miseria para defender su arte. Historias que se nutrirán del imaginario colectivo sobre los gitanos y vagabundos, quienes compartirán con los artistas su necesidad de vivir de forma más libre y auténtica. La vida bohemia se convierte, así, en uno de los grandes mitos de la modernidad.
Mito de la modernidad
Este mito se inscribe dentro de la historia, rica y compleja, de los bohemios –de las etnias gitanas errantes–, cuyo nomadismo ha venido siendo tipificado por la historia del arte y la literatura como símbolo de una vida sin normas ni ataduras, libre de las convenciones burguesas.
De esta forma, cuando a mediados del siglo XIX muchos jóvenes artistas rechazan las reglas y son rechazados por el sistema académico, se refugian en las buhardillas y en las tabernas de París. Convencidos de su talento e incomprendidos por la crítica, compartirán con los gitanos una marginalidad y una miseria que será, poco a poco, mitificada como premisa de libertad artística y espiritual.
Eligieron la libertad
«Todos los grandes nombres de la bohemia fueron gente que dio un paso hacia una nueva forma de vivir e interpretar el arte. Rompieron tabúes y normas que les alejaron de lo académico. Eligieron la libertad. Osaron transgredir y demostraron que los marginales son necesarios. Lo eran entonces y lo siguen siendo hoy», comentó Sylvain Amic, para el que, por el fondo y la forma de lo expuesto y por la tradición española, «tenía que ser en Madrid donde esta extraordinaria exposición encontrase refugio».
La bohemia gitana y la bohemia artística se convierten desde el siglo XIX en modelos privilegiados para los propios creadores bohemios, que buscaban representar y representarse en esa alteridad. Esta exposición pretende indagar sobre esa historia común, incidiendo en los encuentros y las disparidades entre dichas «bohemias» y su papel determinante en el nacimiento del mundo moderno. «No siempre se puede contar de una forma tan brillante ese momento decisivo para la historia del arte», concluyó Pablo Jiménez Burillo.