La pintura de Freud, incisiva, subversiva y en ocasiones indecorosa, estuvo siempre dedicada a la representación del cuerpo humano y a retratar al hombre contemporáneo. Asiduo visitante a los museos históricos, en su obra se puede rastrear toda una serie de alusiones a los grandes maestros, desde el arte egipcio hasta Ingres, Courbet, Rodin o Cézanne, pasando por Grünewald, Hals, Velázquez, Rembrandt, Daumier, Watteau o Géricault, aunque esa vinculación con el pasado convive con una fuerte voluntad de independencia. Lo que verdaderamente le interesa a Freud es descubrirnos la pintura sobre la pintura, su personal reflexión meta-artística y la “intensificación de la realidad” que siempre quiso alcanzar.
La muestra repasará, de forma más o menos cronológica, la evolución y la temática del pintor: Llegar a ser Freud, dedicada a sus primeras obras, con una decidida voluntad figurativa frente a las corrientes abstractas dominantes; Primeros retratos, en los que se manifiesta ya su deseo de capturar la esencia de sus modelos; Intimidad, que muestra su predilección por retratar a personajes de su entorno; Poder, retratos de personajes que acepta realizar siempre que acaten sus condiciones de trabajo; El estudio, su espacio de trabajo convertido en protagonista de su obra, y La carne, retratos de desnudos que evidencian una profunda observación del cuerpo humano y de la mortalidad de la carne.