Para Juan Antonio Fernández Rivero, uno de los dos comisarios de esta muestra, en la fotografía española del siglo XIX hay tres pilares: Clifford, Laurent y Masson. Los dos primeros ya formaban parte del panteón de esta disciplina, en cambio, hasta hace poco Masson apenas era despachado en tres o cuatro líneas cuando en 1981 se inicia la construcción de la historia de la fotografía en España.
Desde hace unos años, la Colección Fernández Rivero –dirigida por Fernández Rivero y María Teresa García Ballesteros, ambos comisarios de la exposición– ha seguido la diluida huella de Masson, cuya obra y biografía no se conocía, salvo unas 20 fotografías recogidas en publicaciones españolas. Ya se han catalogado 500 de sus obras, de un total que se estima en unas 800. En esta muestra se exhiben 88, de las cuales 28 son estereoscópicas (tridimesionales) –Masson fue un especialista en este tipo de fotografía que daba mayor relieve a la imagen. Utilizaba dos cámaras al mismo tiempo, una monoscópica y otra estereoscópica.
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Durante sus andanzas por España «Masson no era más que un fotógrafo comercial que vendía las vistas que tomaba», recuerda Fernández Rivero, pero «muchas de sus fotografías tienen un alcance mayor que el meramente comercial». Una de las dudas que sobrevuelan su obra es la de la autoría, tratándose de un personaje del que ni siquiera se sabe a ciencia cierta cuándo ni dónde murió.
Fernández Rivero está bastante convencido de que cada fotografía mostrada fue hecha por el propio Masson: «las cámaras de la época se hacían a mano con las características que el fotógrafo quería, por eso se puede identificar. Además, la mayoría tienen su sello seco y la proporción usada por él siempre era bastante cuadrada y pequeña».
Se trata de copias originales de la época, positivadas por él y su esposa, Lorenza Simonin Berard. Como apunta Rafael Doctor, director del CAF, las fotografías de Masson no estaban concebidas para las paredes de un museo, sino para el álbum de los viajeros. A falta de postales, su clientela quería ver el país. Esta es la razón de que parte de su obra se hallase en países como Francia o Estados Unidos.
De las fotografías expuesta destacan las reproducciones de obras de Murillo, como Visión de San Antonio de Padua y Santa Catalina. Curiosamente, esta última obra aún no se ha encontrado, por lo que la labor de Masson trasciende el valor puramente artístico para convertirse en un documento histórico.
Quien se acerque a la sala Pardo Bazán del Museo Lázaro Galdiano también podrá ver instantáneas como Córdoba, Mezquita, la torre, en la cual Masson jugó con el perfil arqueado para enmarcar la imagen; El Puente de Enderlaza, célebre por las batallas de los carlistas, otra muestra que revela el carácter histórico de su trabajo; o Retrato de mujer con su guitarra.
Dentro y fuera
Masson obtuvo menciones honoríficas en la Exposición Universal de Londres (1862), en la muestra de la London Photographic Society (1863) y en París en la exposición de la Société Française de Photographie (1863). En 1866 pasó algunos meses en Madrid, desplazándose luego hacia la frontera francesa por el País Vasco. Con la caída de la monarquía y debido a sus relaciones con el duque de Montpensier, se ausenta de España durante muchos años para regresar a Sevilla en 1879 y dejar definitivamente nuestro país en 1881.