Siguiendo un recorrido cronológico, la exposición muestra un discurso transversal que trata de reflejar el contexto artístico y social en el que Luisa Roldán (Sevilla 1652-Madrid 1706) desarrolló su prolífica carrera.
Así, sus obras –un total de 32– se presentan acompañadas de piezas creadas por destacados artistas del momento. Entre ellas se incluyen pinturas de Palomino, Valdés Leal o Lucas Jordán, junto a grabados, dibujos, libros o documentos. Y, por supuesto, se exhiben esculturas realizadas por figuras tan destacadas como Pedro Roldán (su padre, relevante escultor en cuyo taller se formó), José de Mora, Pedro de Mena o Nicolás de Bussy, entre otros.
El éxito cosechado en Sevilla y Cádiz por Luisa Roldán en su etapa inicial le abrirá las puertas de la Corte, logrando ser la primera mujer escultora de cámara. Allí cambia de registro para adaptarse plenamente al gusto cortesano y de la nobleza, produciendo pequeñas obras en terracota policromada (las llamadas «alhajas de escultura») que se encuentran entre lo más significativo de su producción.
Serán precisamente estas piezas las más demandadas por los coleccionistas extranjeros del siglo XIX, en una apreciación creciente que contribuyó a revalorizar la figura de Roldán. Ese reconocimiento se intensificó durante el siglo XX y aún hoy en el siglo XXI, con destacadas exposiciones monográficas como la que hubo en Sevilla en 2007 o la que ahora se presenta en Valladolid.
La importancia alcanzada en la actualidad por Luisa Roldán justifica el origen y procedencia de las obras que forman parte de esta muestra, en cuya preparación ha colaborado un gran número de instituciones, tanto de titularidad pública como privada, así como museos, iglesias o colecciones particulares.
Del total de obras que se pueden ver en la exposición (un total de 57), 14 pertenecen a las colecciones del Museo Nacional de Escultura. Entre ellas se encuentran el Tránsito de la Magdalena, que se presenta al público en esta muestra tras su reciente adquisición por parte del Ministerio de Cultura; o las 19 figuras pertenecientes al conjunto de la Cabalgata de los Reyes Magos, que se exhibirá íntegramente por vez primera desde su ingreso en las colecciones en 2017 tras su paso por el taller de restauración del Museo.
La muestra estará acompañada de una amplia programación cultural, pensada para acercar la figura de Luisa Roldán a todos los públicos. Para profundizar en su conocimiento, también se ha editado la tesis doctoral de Elena Amat, la primera dedicada en exclusiva a Roldán. Este documento, escrito en 1927 y aún inédito, pondrá en valor tanto a la escultora como a su estudiosa, ambas pioneras.
La exposición cuenta con un catálogo que aborda la revisión de la vida y obra de la escultora, pero también las influencias recibidas de diversos artistas coetáneos. En la publicación han participado destacados especialistas, tanto españoles como internacionales, con el objeto de conseguir un corpus actualizado de su producción y su técnica, pero también de las restauraciones que se han llevado a cabo de sus obras en los últimos años y, muy especialmente, con motivo de esta exposición.
Una vida apasionante
Esta exposición permite al visitante adentrarse en una vida apasionante. Luisa Roldán aunó excelencia, versatilidad y habilidad para romper las barreras de género y llegar a lo más alto como artista: fue nombrada escultora real por Carlos II, cargo que mantuvo con Felipe V. Además, fue la primera artista española en ingresar en la Academia de San Lucas en Roma, un hito nunca antes alcanzado por escultores hispanos.
Pero Luisa Roldán. Escultora real también es el producto de una reivindicación y de una necesidad de hacer presente la trayectoria de una de las más destacadas artistas españolas. De hecho, nunca cayó en el olvido y autores como Antonio Palomino (quien la conocería personalmente), Antonio Ponz o Juan Agustín Ceán Bermúdez alabaron su obra. Sin embargo, el hecho de que fuera considerada por muchos como autora de menor calidad que su padre, identificando con él buena parte de su producción, ha pesado en algunos de los estudios que se realizaron sobre su figura. Como también que se le adjudicaran sobre todo obras de devoción, delicadas y de pequeño formato en barro cocido, «más propias de su condición y sexo», según autores como el propio Ceán Bermúdez, dejando en un lugar secundario su rica y extraordinaria producción de obras en madera y de mayor formato.
La dedicación de Luisa Roldán al oficio de la escultura sólo fue posible por su nacimiento en el seno de una familia dedicada a esta disciplina. Su padre, Pedro Roldán fue el gran artista del mercado sevillano y de buena parte del andaluz durante la segunda mitad del siglo XVII. La artista, cuyas dotes para el oficio se desvelaron en época muy temprana, heredó de él la inquietud por el mejor conocimiento del arte. Tras dejar el taller paterno se estableció en Sevilla junto a su marido, Luis Antonio de los Arcos. De allí se trasladaron a Cádiz, metrópoli comercial del momento, y posteriormente el matrimonio y sus hijos fijaron su residencia en Madrid. Allí la escultora pudo entrar al servicio de la Corte, alcanzando el mayor éxito y reconocimiento al que cualquier artista de la época podía aspirar.