En los primeros días de 1706 moría en la miseria Luisa Roldán, la Roldana, quien hubiera sido durante décadas escultora de cámara de Carlos II y Felipe V. Su vida fue un cúmulo de desgracias. Su carácter, que hoy podríamos definir ciclotímico, la expresión bipolar de un alma bulliciosa que se debate entre la tragedia de sus días y la sensibilidad creativa de una mujer valiente que supo anticiparse a su tiempo como pocas.
Arsenio Moreno escribe un texto en el que desdobla a la Roldana en tres partes que reflejan tres caracteres: la voluntad, el entendimiento y la memoria. Cristina Almazán, María Varod y Celia Vioque dan vida a estas tres Roldanas que pendulan desde la espiritualidad a la pasión y la constancia.
Casada sin el consentimiento paterno en circunstancias novelescas, tras un pleito entablado ante el juez provisor de la diócesis, Roldana fue madre de una extensa camada de hijos de los que muy pocos sobrevivieron. Casada con Luis Antonio de los Arcos, también escultor, con el que realizó sus primeros trabajos, tuvo un matrimonio infeliz. Aunque fue la primera mujer española que se convirtió en escultora de cámara y la primera española en ser acogida en la Academia de Virtuosos de San Lucas de Roma, Luisa Roldán murió pobre, hasta el extremo de ser enterrada de caridad.