The Royal Museums of Fine Arts of Belgium (Bruselas) presenta hasta el 18 de febrero Magritte, Broodthaers & Contemporary Art, una gran exposición –el acontecimiento más importante del Año Magritte 2017– que destaca este legado a través del diálogo entre las obras del belga y su interpretación por otros artistas modernos y contemporáneos.
Entre estos creadores aparece de forma destacada Marcel Broodthaers, amigo personal de Magritte durante más de veinte años y uno de los representantes más destacados de esta corriente artística. Además, otros grandes como Andy Warhol, Jasper Johns, Robert Rauschenberg, Ed Ruscha, César, Sean Landers, David Altmejd, George Condo o Gavin Turk renuevan nuestra visión acerca del surrealista belga.
Como recuerda Michel Draguet, comisario de esta retrospectiva y director del RMFAB, «Magritte demostró que cada imagen es un representación y que cada representación es una traición a la realidad. Por lo tanto, cada imagen contiene una parte de misterio que la poesía, ya sea a través del texto o la imaginería, revela sin explicar».
Más de 150 obras (incluyendo cincuenta de Magritte y otras tantas de Broodthaers), entre pinturas, esculturas, instalaciones, dibujos, fotografías y filmes, además de documentos de archivo, se reúnen en esta muestra única, que se prolonga en el Musée Magritte Museum, donde las creaciones actuales interactúan con la mayor colección de obras de Magritte del mundo. Entre la joyas de la muestra, la célebre Ceci n’ est pas une pipe [This is not a Pipe] (The Trachery of Images), que regresa a Bélgica desde Los Ángeles por primera vez en 45 años.
Fiesta en Bruselas
Magritte, Broodthaers & Contemporary Art comienza con una retrospectiva que nos hace retroceder en el tiempo, comenzando con el último trabajo de Magritte y terminando con sus primeras obras, y que da fe de su influencia continua sobre la creación contemporánea.
Para celebrar este 50 aniversario, la exposición y el Museo Magritte abren excepcionalmente los siete días de la semana. Además, Bruselas entera se suma a la fiesta. Un renovado Atomium, a punto de celebrar su 60 aniversario, le rinde también homenaje a través de una exposición-experiencia para todos los públicos llena de sorpresas [1] y existen diversas rutas turísticas ligadas a su figura (como la visita a su modesta casa museo [2] en Jette) y a su obra. Así, en establecimientos como el café La Fleur en Papier Doré [3] o Le Greenwich [4] aún es posible recrear la atmósfera que rodeaba sus encuentros con otros artistas mientras conversaban o jugaban al ajedrez, casi siempre sin blanca.
Lenguaje propio
Aunque oficialmente nació en Francia en los años 20 del siglo XX como heredero del dadaísmo, el surrealismo adoptó su propio lenguaje en Bélgica de la mano de Magritte, Paul Delvaux o James Ensor, grandes figuras del movimiento.
El fracaso de dos grandes ideales justificaron su aparición: la internacionalización y el positivismo. Muchos de los artistas belgas estaban ligados a tendencias políticas consideradas subversivas –comunismo, trotskismo, maoísmo–, pero la guerra acabó con el sueño de la revolución y de la construcción de un mundo más justo. Fruto del desencanto, los surrealistas belgas buscaron la unión de lo real con lo imaginario y lo expresaron a través de disciplinas artísticas como la escritura, la pintura, la escultura o el cine.