Nicolás Maquiavelo escribió El Príncipe, su obra maestra, en 1513, cuando estaba encarcelado, y cinco siglos después sus palabras siguen siendo objeto de debate, ¿es un manual escrito para que los gobernantes sepan cómo manejar al pueblo o es un aviso al pueblo acerca de cómo es manejado por los gobernantes? Se trata de un libro de consejos a un príncipe sobre cómo regir su Estado: el interés primordial de un príncipe a la cabeza de un Estado es conservar el poder y gobernar con la mayor ventaja posible para sí mismo.
Pero, sin embargo, El Príncipe es más que simplemente una filosofía política de su tiempo; el pensamiento de Maquiavelo señala con precisión el aspecto central de la filosofía política de todas las épocas, desde Alejandro Magno hasta la actualidad, y presenta una de las más perturbadoras verdades sobre la condición humana.
Oscuridad moral
[1]La primera adaptación al teatro de este ensayo filosófico y político está interpretada por Fernando Cayo que se mete en el papel del escritor del texto originario y protagonista de la función. A través de un monólogo que condensa en 70 minutos fragmentos de las obras de El Príncipe, Discursos sobre la primera década de Tito Livio, El arte de la guerra, La Mandrágora y correspondencia personal de Maquiavelo, Juan Carlos Rubio ha construido un texto que ha cosechado un gran éxito de crítica y público durante el verano, a su paso por los principales festivales de teatro clásico de España.
La ambigüedad es una constante en la obra y en la vida de Niccoló di Bernardo dei Machiavelli. Su filosofía política refleja íntimamente su vida, su tiempo y sus circunstancias. Y este ha sido el objetivo de Rubio, que la obra fundiera los textos con su creador, para dar voz a un fascinante personaje al que demasiados han condenado a la oscuridad moral sin concederle siquiera la oportunidad de explicarse.
Maquiavelo pasó la mayor parte de su existencia profundamente involucrado en la política de la Italia del XVI. Estuvo al servicio de la República y durante muchos años es el hombre de confianza para cualquier misión políticamente complicada. Pero en 1512 pierde su puesto, es encarcelado y torturado por sospechoso de la conjura contra los Médici. Finalmente, y tras un forzoso retiro, recuperó parte del favor perdido, aunque nunca pudo volver a ocupar el lugar preferente que la altura de su discurso hubiera necesitado.
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