El recorrido ofrece al visitante más de 50 lienzos que se organizan a partir del retrato de una dama de cuerpo entero que aparece bajo la frase que da título a la exposición, Non Sine Sole Iris.
Gallardo se inspira para la realización de sus cuadros en la manera en que las Kunstkammer o ‘cámaras de las maravillas’ presentaban sus colecciones en los siglos XVI y XVII, compuestas por multitud de objetos extraños y cuadros. Su obra basa gran parte de su carga estética en el intercambio simbólico con el espectador.
Lenguaje artístico propio
[1]La artista ha constituido, a lo largo de los años, un lenguaje artístico propio que se refleja en los emblemas, símbolos, motivos religiosos, esotéricos, heráldica, exvotos o relicarios que se muestran en retratos o bodegones.
El recorrido por su obra invita a la reflexión sobre la pintura en parámetros distintos a los estrictamente plásticos o estéticos, es decir, en relación a la historia, a la literatura, a la representación o a las actuales teorías sobre la construcción binaria del género.
En sus retratos indaga en las relaciones entre el cuerpo y la indumentaria a través de la historia, y en ellos abundan las mujeres, blancas, jóvenes y siempre vestidas, representadas en amas de casa, vírgenes, reinas, guerreras, etc. que obliga a pensar sobre el papel de las vestimentas y el género.
Este universo personal se muestra en una exposición en la que se mezclan elementos tan contradictorios como las luces de Vermeer, la estética punki de Balmain, las vanitas de Valdés Leal o las calaveras de McQueen, las veladuras de Tiziano o la costura tenebrosa de Riccardo Tisci, el barroquismo de La Roldana y el exceso de Lacroix, la factoría Disney o las Inmaculadas de Murillo, las páginas de Vogue o las Santas de Zurbarán.