Además de una selección de 20 de sus esculturas se presentan otras de Jorge Oteiza, El Lissitsky, Julio González y Robert Smithson, así como pintaderas aborígenes, dibujos, collages y diversos documentos que ayudan a contextualizar su singular modo de esculpir el viento.
«En el año 1958 –señalaba Martín Chirino– hice la primera espiral erguida, después de convivir con las formas espiraliformes durante toda mi infancia, descubriendo el viento en los rincones de mi tierra y en las culturas milenarias. La espiral es una concepción mítica, principio y fin de la vida. He forjado formas en espiral que, lógicamente, se han ido transformando en mi taller y, poco a poco, han venido enriqueciendo su significado iniciático. Al principio eran vestigios, elementos de la naturaleza que descubrí en las culturas milenarias. Concepción mítica de principio y fin de la vida para los primeros hombres y mujeres de mis ancestros. La espiral hoy es, o puede ser, una galaxia, una estela, un sentimiento que ha pasado de lo físico a lo espiritual. Un gesto inquietante de origen oscuro, que emerge de la memoria de civilizaciones hoy olvidadas para convertirse en enseña de la antigua patria de estos pueblos y razas».
En el imaginario de Chirino la espiral y el viento son indisociables. Para él, esta forma remite a las islas en un doble sentido: es motivo iconográfico de su cultura aborigen, pero también la consistencia del viento que tensa y comba las plantas, sus ramas, que riza las olas, que estalla contra las rocas volcánicas.
La espiral más temprana de todas las que componen este homenaje es también la primera que hizo el escultor. Como recuerda Castro Flórez, «el primer Viento de Martín Chirino data de 1958 y lo presentó en su muestra en el Ateneo de Madrid. Desde entonces realizó casi un centenar de esculturas con esa temática. Una estructura aparentemente simple, una espiral de metal, consigue modularse en impresionantes variaciones, intensificando su potencia estética. El viento es la manera que tiene la espiral de hacerse tangible».
Esta exposición coincide con la edición de una nueva monografía sobre el escultor, la tercera, escrita por su comisario y enmarcada en la Enciclopedia Martín Chirino, de la que ya se han publicado Reinas Negras (2021), escrita por Alfonso de la Torre, y Afrocán (2022), obra de Antonio Manuel González [1].
La mayoría de las obras que conforman la muestra proceden del legado Chirino, si bien también han prestado obras la Colección Azcona, el Gobierno de Canarias, el IVAM, el Museo Salvador Victoria y varias colecciones privadas.
La exposición y la monografía han sido posible gracias a la colaboración de los Gobiernos de España y de Canarias, Cabildo de Gran Canaria, Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y Fundación “la Caixa”, que ha brindado su apoyo económico.