Matisse realizó más de 800 grabados desde 1900 hasta su muerte en 1954. Esta gran profusión de trabajos amplió el alcance de su arte y contribuyó a consolidarse como uno de los artistas más destacados del siglo XX.
Organizada por la American Federation of Arts y The Pierre and Tana Matisse Foundation, la muestra subraya la importancia del grabado para el artista en su proceso creativo y el papel que este desempeñó en la evolución de sus ideas visuales. Su implicación con el grabado fue al mismo tiempo intensa e innovadora, pasando recurrentemente de una técnica a otra y adoptando nuevos enfoques para reflejar la evolución de sus creaciones.
Dividida en 11 secciones, la exposición resume de forma didáctica su dedicación al grabado, muestra sus fuentes de composición y el origen de sus líneas maestras. Casi todas sus estampas incluyen imágenes en serie fundamentales para el estudio de sus composiciones pictóricas, como el desarrollo del posado reclinado o sentado –muy presente en esta exposición–, la integración de modelos en espacios interiores, el estudio de expresiones faciales y la evolución de un tema concreto y fiel a la realidad hacia algo más abstracto.
Estos trabajos en general, y esta exposición en particular, ofrecen un completo repaso por diferentes técnicas de grabado que Matisse utilizó para crear sus estampas: punta seca, aguafuerte, aguatinta, monotipo, litografía, xilografía y linografía.
Blanco y negro
Con la excepción de dos grabados en color (La Danza, 1935, y las distintas impresiones de Marie-José con vestido amarillo, 1950), ambos presentes en la muestra, todos los grabados realizados por Matisse se imprimieron en tintas negras, algo que llama la atención en un artista que se asocia con el uso provocativo del color. Sin embargo, la fuerza de sus estampas pone de manifiesto que en el grabado y en el dibujo podía y deseaba articular sus ideas en un lenguaje en blanco y negro, aspecto que queda recogido en este montaje.