La exposición dedicada al pintor, arquitecto, escultor, diseñador gráfico, tipográfico e industrial, publicista y educador suizo permite constatar la coherencia que su obra gráfica guarda con su intensa investigación teórica en torno a la noción de forma, una investigación que le ocupó desde su juventud y lo animó a lo largo de su carrera.
Concebida gracias a la autorizada guía de Jakob Bill, hijo del artista y uno de los más profundos conocedores de su obra, esta muestra es una de las pocas exposiciones que se han dedicado a la rica producción gráfica de Max Bill, una producción amplia, altamente experimental y siempre llena de vínculos y relaciones con su obra pictórica y escultórica.
Las 128 piezas expuestas (121 de obra gráfica y siete pinturas relacionadas con ellas) van desde los primeros experimentos con el grabado, a finales de los años 30, hasta su última serie, de 1994, el año de su muerte, y permite rastrear la creación y la consolidación de un lenguaje artístico que para su desarrollo utiliza sobre todo la geometría, las ideas y el pensamiento matemático, evitando el gesto subjetivo.
Reproducción
El polifacético artista se formó en los principios de la Bauhaus con maestros como Vasily Kandinsky, Josef Albers, Paul Klee u Oskar Schlemmer; desde el primer momento alternó una intensa dedicación a las distintas vertientes del arte con su faceta como docente e investigador. Sus investigaciones teóricas y plásticas le llevaron a impulsar el concepto de “arte concreto” que avanzara Teo van Doesburg, a integrarse durante un tiempo en el grupo abstraction-création y a ir sumando con el tiempo a numerosos discípulos.
Fundó y dirigió, por ejemplo, la Hochschule für Gestaltung en Ulm, Alemania, y extendió su magisterio a gran parte de Europa y del sur y norte de América. Da título a esta exposición un texto escrito por Bill en 1972, en el que, sintética y brillantemente, se ocupa de si es aplicable el concepto de “original” (procedente de la teoría ilustrada y romántica que concibe el arte como producto del genio) a la obra de arte en un tiempo en que las crecientes posibilidades técnicas han hecho de la obra de arte (y la de las imágenes en general) algo reproducible, algo multiplicable.
Bill afirma contundentemente que una obra de arte concebida para ser multiplicada es tan original como una obra única, y va desgranando interesantes consideraciones sobre la difusión de ideas artísticas gracias a los métodos de reproducción, sobre la diferencia entre el valor interior de una obra y el de su infrecuencia, y otras aún más interesantes y hermosas sobre el peculiar tipo de relación participada que se establece entre quien posee las obras de arte (“objetos para el uso espiritual” según Bill) y quien las ha creado, es decir, el artista.
En minúscula
La exposición está acompañada de un catálogo que, además de textos y comentarios de Max Bill, incluye sendos trabajos del hijo del artista, Jakob Bill, sobre su padre y las artes gráficas y una biografía. En el catálogo de esta exposición se ha utilizado en todos los casos la letra minúscula, siguiendo la práctica tipográfica habitual de la Bauhaus en sus publicaciones.