El director eligió este clásico porque Sófocles hace una crítica profunda de los problemas que inundaban la joven democracia ateniense. Como él mismo asegura, «el teatro es y debe ser fundamentalmente conflicto y uno de los más grandes que conozco es el que se plantea entre Antígona y Creonte».
Estos dos personajes enfrentan dos nociones del deber: por un lado está la familia, que se caracteriza por el respeto a las normas religiosas y que está representada por Antígona; y por otro, la civil, que es el cumplimiento de las leyes del Estado y está escenificada en Creonte, «al que se ha convertido siempre en el malo de la película», asegura Miguel del Arco, «y Creonte claro que hace mal, pero él está convencido de que la ley se tiene que cumplir». Este personaje es el que más cambios ha sufrido en esta ocasión, ya que está representado por una mujer.
En esta versión en verso libre hay un elemento presente, la compasión. El director se ha atrevido porque los clásicos tienen que evolucionar y adaptarse a los tiempos actuales, «los mitos, por el carácter de narración oral, están en continua transformación», asegura.
Un clásico
El relato sitúa al espectador en Tebas. Tras la muerte de Edipo, sus dos hijos varones, Polinices y Eteocles, acuerdan turnarse anualmente en el trono, pero tras el primer año, Eteocles no se lo cede a su hermano, por lo que el primero reúne un ejército foráneo contra Tebas. Los defensores de la ciudad ganan un combate en el que los dos hermanos se dan muerte y sube al poder su tío, Creonte, quien prohíbe sepultar a Polinices por considerarlo un traidor.
La obra da comienzo cuando Antígona, hija de Edipo, cuenta a su hermana Ismene el impedimento de Creonte. Pero a pesar de su mandato, Antígona quiere honrar el cadáver de su hermano y le pide ayuda a Ismene, que se niega por temor a las consecuencias.