En palabras de Antonio Molina-Vázquez y Susana Blas, comisarios de la muestra, “no se trata solo de reivindicar un espacio para el pensamiento y las aportaciones de las mujeres, sino de reconocer que su mirada es también universal y que puede ofrecer a la cultura no solo la visión femenina del mundo, sino la de toda la humanidad”.
La muestra analiza cuestiones relativas a la situación de las artistas españolas, a los procesos fotográficos, a las maneras de narrar en un museo o a la evolución de las formas de representación de lo femenino en una sociedad española que vive una época de movilización feminista.
Para la selección de las piezas finales se han valorado tres premisas: que juntas hagan un recorrido histórico a través de distintas generaciones; que cada una de ellas incorpore un enfoque diferente en su manera de entender el hecho fotográfico (conceptual, documental, pictórico, performativo, relacional), y que todas representen el cuerpo femenino.
A pesar de la variedad, emergen los puntos en común de las artistas: el afán de experimentación, la revisión de los estereotipos femeninos, el análisis y deconstrucción del género retratístico, y el interés por reflejar una subjetividad que trasciende lo individual y se entiende de forma colectiva.
Fotografías y audiovisuales se instalan en las estancias que en su momento fueron los lavabos masculinos de la Fábrica de Tabacos. En una iluminadora y alegórica coincidencia, las creadoras ‘ocupan’ un espacio tradicionalmente reservado a los hombres. Al mismo tiempo, la atmósfera de los baños también nos remite a la idea de laboratorio fotográfico analógico, donde la imagen fotográfica emergía de la oscuridad como por arte de conjuros y encantamientos.
Mujeres fotógrafas. Una historia contada a medias ha sido organizada por la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes del Ministerio de Cultura y Deporte.