Comisariada por Beatriz Herráez, la muestra incluye 130 obras en las que se cruzan registros pictóricos, sistemas de reglas y signos gráficos y que, lejos de establecer un itinerario exhaustivo o con voluntad antológica, dibujan una cartografía en la que se relacionan piezas ejecutadas en distintos momentos de su trayectoria.
El trabajo de Sanmiguel Diest se vincula desde un inicio a la fundación de colectivos como A Ua Crag (1985 – 1996) y el Segundo partido de la montaña (1987 – 1988) y se presenta como un creador metódico que idea de modo ininterrumpido sistemas, reglas y protocolos que aplica en la construcción de sus piezas. Su abundante obra, principalmente dibujos y pinturas, conforma un catálogo singular en el que se confunden los límites entre imagen y texto.
En distintas ocasiones, el artista se ha referido a su práctica como el «oficio de esquivar», una premisa que se materializa en su forma de situarse en la periferia, no solo geográfica, sino también discursiva y material. Este alejarse de las narrativas y los debates más extendidos ha funcionado como táctica y método, generando un pensamiento y un corpus de trabajo que cuestiona y desafía los modos de producción contemporáneos y su organización del tiempo.
Alejado de cualquier convención, en su trabajo son frecuentes las referencias a los ámbitos de la historia del arte, la literatura y la música, pero también a lo más cotidiano y ordinario, al incorporar en sus piezas documentos, facturas, fragmentos de textos, notas o páginas de prensa. Una invitación a pasear por una selva de símbolos en una negociación constante con aquello que se agolpa en los márgenes y que, con frecuencia, pasa desapercibido.
Esta muestra forma parte de un proyecto integrado por dos exposiciones distintas: ésta de Madrid, y la que se abrirá próximamente en Vitoria, en el Museo de Arte Contemporáneo del País Vasco-Artium Museoa.
Ladrón de citas
Como ya lo hicieron otros, Sanmiguel Diest opera como un “ladrón de citas” que reproduce mecánicamente lo que está escrito y lo opone a la disciplina de la historia. Se revela como ese «buscador de perlas» que da título a uno de sus trabajos, y que es una apropiación errónea del nombre «el pescador de perlas» que Hannah Arendt otorga a otro coleccionista apasionado del siglo pasado, Walter Benjamin.
Consciente de la máxima de que al separar cualquier objeto de su contexto este se preserva y se destruye en un solo movimiento, el artista también se sumerge en las profundidades del pasado para recuperar —siguiendo a Arendt— esos «fragmentos de pensamiento» cristalizados.
Evocadas, fraccionadas o replicadas con exactitud, entre las fuentes señaladas por el artista se incluyen los nombres de Joan Miró, Francis Picabia, Ellsworth Kelly, Rosemarie Trockel, Jackson Pollock, Tim Rollins & K.O.S. (Kids of Survival), Bridget Riley, junto a los de Joy Division, Sonic Youth, Nurse with Wound e Isidore Ducasse, William Burroughs, Virginia Woolf, André Malraux, Ursula K. Le Guin, o Julio Cortázar, de quien llega a transcribir libros enteros en sus lienzos (Rayuela y Libro para Manuel).
– Hoja de sala: Néstor Sanmiguel Diest. La pericia del autómata