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La condición humana según Nicholas Nixon

Como explica Gollonet, conservador de Fotografía de Fundación MAPFRE, Nixon se basa en su propia experiencia para elegir los temas: «Suele trabajar como voluntario en residencias de ancianos, en hospitales, con enfermos terminales… Fruto de esa relación cotidiana, que es la experiencia de su vida, surgen temas como el de los ancianos, como el de los enfermos de sida, en un momento en el que el sida era una enfermedad satanizada, o las fotografías familiares, que ocupan una parte importante de la exposición, como las que ha realizado de su mujer, Bebe, pero también de sus hijos, desde que nacieron hasta su adolescencia».

Estos temas son tratados con cercanía y humanidad, lo que provoca que el espectador participe de ellos y se sienta también identificado. Se estructuran en series y en ellas se descubren aspectos inadvertidos que, por su cotidianidad, despiertan fácilmente en el visitante el eco del recuerdo y las emociones. Pero su obra, que se despliega a lo largo de cinco décadas, también se define por la lentitud, los largos periodos y la ausencia de elementos dramáticos.

La exposición, «al estar ordenada de manera cronológica, permite observar cómo los temas que le han importado a lo largo de su carrera afloran y desaparecen o vuelven», recalca Gollonet. Nixon emplea una técnica sencilla pero impecable. «Es un fotógrafo un poco antiguo, obsoleto, porque utiliza unas cámaras que prácticamente no utiliza nadie». El uso de estas cámaras de gran formato imponen la cercanía y la cooperación de los retratados para mostrar los mundos próximos en los que fija su atención.

Pero también se caracteriza por el uso exclusivo del blanco y negro, ya que, como él mismo asegura, «me gusta más el color en la pintura que en la fotografía. El color en la fotografía no lo sientes como en una pintura». Pero esto no quiere decir que haya sentido la curiosidad de experimentar: «El color lo he probado en varias ocasiones y el resultado me ha parecido bueno solo al 90%, por eso he guardado las fotografías y he empezado de nuevo. Esto me ha pasado en dos ocasiones, con el color y con la fotografía digital», concluye el artista.

Con más de doscientas fotografías, el recorrido expositivo presenta un hilo conductor claro, un mundo propio que no tiene límites y una extraordinaria capacidad para reinventarse que lleva al espectador desde las frías vistas de Nueva York o Boston de los años setenta hasta la conocidísima serie de Las hermanas Brown. Este amplio recorrido cronológico por la obra de Nixon también es un autorretrato del fotógrafo, quien con su obra muestra la certidumbre de saber lo que es fundamental, valioso y real en nuestras vidas.

La carrera de Nixon se inicia con una Leica en los años 70, cuando era estudiante de fotografía. Después de sus primeras fotografías de Alburquerque realiza su primera serie importante, Vistas de ciudades. Las imágenes que toma en Boston y Nueva York formaron parte de una de las exposiciones más influyentes de la historia de la fotografía, la que organizó en 1975 la George Eastman House, New Topographics: Photographs of a Man-altered Landscape. En ellas ya se pueden ver la claridad, la definición y la visión desde un punto elevado.

A partir de 1977, Nixon se centra principalmente en el retrato, género que encaja con sus intereses y valores personales, que se trasladan a su trabajo diario. En Porches, el visitante recorre las orillas del río Charles, cerca de Boston, y más tarde otros barrios pobres del sur, de Florida o Kentucky. Las fotografías se sitúan en la ribera del río, en las playas y, sobre todo, en los porches de las casas, espacios de transición entre lo público y lo privado. Un proyecto que le llevará hasta 1982, mientras afina cada vez más su habilidad para el uso de la cámara de gran formato.

Hacia 1984 se produce un nuevo giro en su obra, cuando empieza a fijarse en un tema que se acabará convirtiendo en una nueva serie: los ancianos alojados en residencias que visitaba como voluntario. Este trabajo le ocupará varios años, aunque el tema tratado será recurrente a lo largo de varias décadas. Ahora existe una relación nueva entre el fotógrafo y los retratados, a los que conoce personalmente.

El siguiente proyecto que aborda tiene una evidente continuidad con la serie Ancianos. Se trata de People with AIDS (1988), que más tarde tomó forma de libro. La irrupción del sida en los años 80 fue algo tan brutal y desconocido a la vez que abrió un abismo entre la sociedad y los enfermos como hacía siglos no había ocurrido con ninguna otra enfermedad. Nixon no es un activista, pero en este proyecto se implicó de una manera muy clara para ofrecer una crónica honesta y real de estas vidas al adentrarse en su privacidad, para comprender el sufrimiento de los enfermos y sus seres cercanos.

Familia

La familia es otro tema fundamental en el fotógrafo, quien comenzó a fotografiar a su mujer, Bebe, desde que se conocieron en los años setenta, a su hijo Sam desde su nacimiento en 1983, y dos años más tarde a su hija Clementine. Nixon se recrea en la intimidad, la proximidad de su cámara sugiere algo táctil, como si les acariciara con ella. Las fotografías de sus hijos se extienden hasta la edad adulta; Bebe, en cambio, ha sido un tema permanente, donde toma forma visual la intensidad de su relación.

A partir del 2000 comienza la serie Parejas, en la que no prepara las escenas, sino que participa de ellas, y cuando ha creado un clima de confianza, la fotografía surge sola, él solo tiene que disparar. Además trabaja con series abiertas, volviendo una y otra vez sobre sus principales obsesiones. Así, en la primera década de este siglo vuelve a subir a las azoteas de Boston en una nueva versión de las vistas de los años setenta. Y también regresa a los retratos, pero esta vez de primeros planos, a veces solo el rostro, desnudos sobre todo.

La exposición también se adentra en la serie de Las hermanas Brown que es, sin duda, la obra más conocida de Nicholas Nixon; la componen los retratos de su mujer Beverly Brown (Bebe) y de sus tres hermanas, tomados cada año desde 1975. Desde este sencillo punto de partida, Nixon ha creado una de las investigaciones sobre el retrato y el tiempo más convincentes de la fotografía contemporánea.

Cierra la exposición un pequeño grupo de fotografías, que bajo el título de La casa, son las últimas que ha realizado. Son menos significativas en cuanto al tema pero grandes en cuanto a su contenido. La mirada de Nixon se detiene en las escaleras de su casa, donde hay unas hojas esparcidas como constelaciones, en las cortinas mecidas por el aire, en la mirada de un personaje en un cuadro que siempre estuvo ahí, en la última luz de la tarde que genera un juego de sombras en el porche.