Lázaro, infatigable filántropo, enamorado del arte y la cultura, aprovechó su estancia en Norteamérica para codearse con destacados coleccionistas, marchantes de arte, historiadores y conservadores, a la vez que buscaba piezas con las que aumentar su ya nutrida colección de Arte y Bibliofilia. Instalado en el Hotel Pierre de la Quinta Avenida, próximo a las galerías más importantes de Nueva York, compaginó su vocación de coleccionista con la de historiador, impartiendo conferencias sobre arte español en el Institute of Fine Arts, con cuyo fundador y director, el hispanista Walter W.S. Cook, fraguó una gran amistad.
La muestra, formada únicamente con las compras realizadas durante los cinco años de estancia en Norteamérica, refleja el gusto de Lázaro hacia la Edad Media y el Renacimiento. Entre las obras adquiridas destacan la Taza Aldobrandini, magnífica pieza de plata dedicada al emperador Julio César, incluida en un proyecto de investigación iniciado en 2014 que lleva a cabo el Metropolitan Museum; la bella escultura italiana de la Madonna Cernazai, procedente de la colección del magnate W. Randolph Hearst; la pintura de Eugenio Lucas Velázquez conocida como Capricho alegórico; manuscritos, libros miniados y numerosas piezas de plata, bronce, marfil o joyas adquiridas en las galerías de Parke-Bernet, Hammer o en la Galería Anderson, en la que se hizo con un importante lote de dibujos y acuarelas.
De regreso a España a mediados de 1944 decidió dejar depositadas las más de mil obras adquiridas en el Museo de Arte Antiga de Lisboa. Unos meses después, en el verano de 1945, una selección de estas piezas, que conforman lo que se ha denominado Colección de Nueva York, se expuso en las salas del museo portugués. Finalmente, Lázaro pudo traerlas a España en 1947, unos meses antes de su muerte.
Catálogo digital
La exposición se articula en dos apartados. El primero reúne las obras más importantes de la colección incluidas en la exposición permanente del museo, algunas de ellas obras maestras como el Braserillo con las armas del duque de Borgoña o la Madonna Cernazai.
La segunda sección se sitúa en la sala seis del museo e incluye una variada selección de piezas que no forman parte de la exposición permanente, y que por tanto no están a la vista del público, como los esmaltes Botkin, algunas joyas, marfiles, piezas de platería, monedas, medallas, bronces, dibujos o manuscritos, abarcando una cronología que va desde la Antigüedad hasta finales del siglo XIX.
Como complemento de la exposición se publica un catálogo en formato digital que el mismo José Lázaro redactó de las piezas expuestas en el Museo de Arte Antiga, incluyendo algunas imágenes y una presentación de Joao Couto, en esos momentos director del museo. La idea de Lázaro era traducir y publicar el catálogo en español, tarea que quedó paralizada por su muerte en diciembre de 1947. Ahora, 60 años después, se publica este trabajo poniendo al día las catalogaciones, incluyendo las obras que no fueron expuestas en Lisboa pero que forman parte de la Colección de Nueva York y reproduciendo cada una de las piezas.