Una historia de magnates
La The Frick Collection [1] es uno de los museos más importantes de Nueva York dedicados al arte europeo de la Edad Moderna y principios de la Contemporánea, y destaca especialmente por su colección de pintura. Debe su nombre a Henry Clay Frick (1849-1919), un empresario radicado en Pittsburgh que amasó una gran fortuna en las industrias del carbón, el acero y los ferrocarriles. En 1905 se estableció definitivamente en Nueva York y desarrolló una persistente actividad como coleccionista de arte. En esto se hermanaba con otros magnates que protagonizaron un capítulo notable en la historia del coleccionismo, pues el empeño y entusiasmo con el que se emplearon y sus grandes capacidades económicas hicieron que cientos de obras maestras cruzaran el Atlántico en las primeras décadas del siglo XX.
Entre las obras presentes figuran algunas realmente singulares dentro del catálogo de sus autores: Vincenzo Anastagi es el único retrato del Greco que representa al modelo de tamaño natural, de cuerpo entero y de pie; Felipe IV en Fraga se distingue de entre los retratos de este rey por Velázquez por su espléndida combinación cromática de plata y carmín, y en La fragua, un Goya de edad ya avanzada da pruebas de su voluntad y capacidad para hacer de una escena cotidiana un cuadro monumental, en el que el cromatismo queda reducido al máximo y el espacio lo crean los cuerpos y movimientos de los herreros.
La identidad de los artistas y la calidad de las obras invitaban a «naturalizar» estas en la colección del Prado, propiciando un diálogo con cuadros de estos mismos autores. Para ello se han reunido en la misma sala cinco pinturas directamente relacionadas con otras tantas de la Frick. Así, junto a San Jerónimo del Greco cuelga Retrato de médico, que es su contrapartida en términos de retrato civil y de gama cromática gris; mientras que junto a La expulsión de los mercaderes, de este mismo pintor, se sitúa La Anunciación del Prado, pues ambas muestran un uso equiparable de los recursos arquitectónicos para resolver la fuga espacial, permitiendo a ambas escenas «respirar».
En el caso de Velázquez, el Felipe IV en Fraga fue realizado en la misma época, el mismo lugar y con la misma tela que El primo. Verlos juntos permite no solo comprobar cómo Velázquez supo jugar como nadie con los tonos encarnados, sino también ver hasta qué punto a través de la pose, la expresión facial o incluso la factura pictórica se hacían distinciones entre un monarca y su bufón. De su contemporáneo Murillo llega un Autorretrato inscrito en un marco ovalado y pétreo, según una tipología muy característica del pintor, y que es común a Nicolás Omazur, del Prado, junto con el que se expone. También se muestran conjuntamente el Retrato de mujer (¿María Martínez de Puga?) firmado por Goya en 1824, y el retrato de Juan Bautista Muguiro que este mismo artista realizó en 1827, lo que permite entender el elevado grado de calidad que mantuvo el pintor en sus últimos retratos, y la originalidad del planteamiento pictórico que los singularizan.
Obras maestras españolas de la Frick Collection ha sido posible gracias al apoyo de la Comunidad de Madrid.
– Folleto de la exposición [2]
Seis exposiciones simultáneas
Además de esta muestra, y con la reciente apertura de Picasso, el Greco y el cubismo analítico [3], se elevan a seis las exposiciones temporales que se pueden visitar ahora mismo en el Museo del Prado, una cifra nunca alcanzada. Estas dos exposiciones comparten espacio con Guido Reni [4], Herrera ‘el Mozo’ y el Barroco total [5] y Emilio Sánchez Perrier (1855-1907). Dibujos [6] en el edificio Jerónimos y Retratos de Sorolla [7], junto al itinerario Calderón y la pintura [8] en el edificio Villanueva.