Olivia y Eugenio retrata la sociedad actual dentro del marco de la corrupción política, el terrorismo, el alcoholismo juvenil, la inseguridad ciudadana,… Dentro de esta realidad, ¿quién es realmente feliz, una persona que parece tener éxito o un joven como Eugenio? Eugenio es un chico con síndrome de Down al que da vida Hugo Aritmendiz o Rodrigo Raimondi. En varias películas españoles y extranjeras han participado personas con este trastorno genético, pero esta es la primera vez donde actúa uno de ellos durante toda la obra.
[1]El texto de Morote presenta también a Olivia, madre e hijo que se encuentran en una situación extrema en una sociedad donde se ponen en duda los valores establecidos debido a la crisis económica.
Ajuste de cuentas
La tragedia se acerca a Olivia, que rememora su pasado haciendo un sincero ajuste de cuentas con su marido, madre, amistades, médicos, y con todos aquellos que presumen de ser normales, como políticos, profesionales y deportistas con éxito. Sobre ellos, Olivia se plantea si son más normales que su hijo Eugenio.
A pesar del drama latente, la obra quita hierro a la tragedia, sin melodrama ni discursos sentimentaloides, Olivia ya pasó esa etapa. Ahora se enfrenta a la mecánica de lo prosaico, lo ordinario. Esto sería análogo a un suicida que duda de la resistencia de la soga y tiene problemas para hacer bien el nudo corredizo.
Ayuda a esta desdramatización la participación ingenua de Eugenio que sin querer abre una alternativa obligando a Olivia a pensar si no hay otra solución o al menos postergarla. Al final, cuando todo está decidido y encaminado salta la sorpresa para Olivia y lógicamente para el espectador. Un ser marginado socialmente da una lección de vida, mostrando donde está la auténtica realidad, los valores, la vida.