En la muestra, las obras de Domínguez dialogan con creaciones de los surrealistas Eileen Agar, Hans Bellmer, Claude Cahun, Georges Hugnet, Marcel Jean, Dora Maar, Gordon Onslow Ford, Man Ray, Yves Tanguy o Raoul Ubac, así como de los creadores cercanos al surrealismo Eugène Atget, Anton Prinner, Maud Bonneaud y Pablo Picasso.

TEA Tenerife Espacio de las Artes organiza 'Óscar Domínguez. Dos que se cruzan'.

TEA Tenerife Espacio de las Artes organiza ‘Óscar Domínguez. Dos que se cruzan’.

Entre las obras de Domínguez presentes –la mayoría pertenecientes a la Colección de TEA– se encuentran Tarde de amor (1933), Composición surrealista (1933), La bola roja (1933), Le papillon (1949), Batalla (1955), Las mouches (1947), Mujer sobre diván (1942), Le dimanche o Rut marin (1935), El puente (1937), Los sifones (1938), Los platillos volantes (1939), El cometa (1940), Aviones (1945), Atelier (1950), El rapto de Europa (1952) o Delphes (1957).

También se incluyen cuatro de sus autorretratos más destacados –Autorretrato (1926), Autorretrato parisino (1928), Autorretrato suicida (1933) y Autorretrato con cabeza de toro (1941)– y varias pinturas de su período presurrealista, entre las que destacan el óleo sobre lienzo Los músicos (1928) o el citado Autorretrato parisino, dedicado a su amigo el poeta Domingo López Torres.

El título de la muestra se corresponde con el escogido por el pintor tinerfeño para el cuaderno poético Los dos que se cruzan, publicado en 1947 por Henri Parisot. Para el comisario, «en cierta medida, Los dos que se cruzan sintetiza la personalidad del pintor, siempre cercano a la ironía y a la bohemia extremas, al tiempo que feroz y melancólico e insatisfecho en su continuo acercamiento a la pintura».

Metáfora de la dualidad del propio pintor o símbolo de la contradicción innata a toda condición humana, la pintura de Domínguez busca para sí, muchas veces, elementos opuestos o caminos irreconciliables, como sucede en la pintura de 1935 Le dimanche, que sirve de cartel anunciador de la exposición, donde las figuras de dos caballos son atravesados en dos mitades por el paso de línea imaginario de un espejo.

Esta es la séptima muestra que TEA le dedica a Óscar Domínguez (La Laguna, Tenerife, 1906-París, 1957) desde que el centro de arte del Cabildo abrió sus puertas hace ya 16 años, y con ella se suma a los actos de celebración del centenario de la publicación del primer Manifiesto del Surrealismo.

Miró, Dalí, Domínguez…

Por Isidro Hernández Gutiérrez, comisario

TEA Tenerife Espacio de las Artes organiza 'Óscar Domínguez. Dos que se cruzan'.

TEA Tenerife Espacio de las Artes organiza ‘Óscar Domínguez. Dos que se cruzan’.

En su Diccionario de las vanguardias en España, el crítico Juan Manuel Bonet subraya que, junto a Joan Miró y Salvador Dalí, Óscar Domínguez forma parte de la tríada de nombres que España aporta al movimiento surrealista internacional. Una definición así traza una cartografía que no escatima la relevancia del legado del pintor canario en el contexto del arte de la primera mitad del siglo XX.

Si para el Surrealismo la imagen es una creación libre del espíritu, una maquinaria capaz de dinamitar la realidad inmediata y de abrirse a otros espacios imprevisibles, la pintura de Óscar Domínguez ofrece una de las versiones más singulares de aquella apertura del pensamiento. La calidad plástica de su iconografía encuentra nuevas posibilidades dentro de lo real y amplía los horizontes de la imagen. Su pintura nos sorprende con una descarga onírica y visionaria, con un golpe sorpresivo del azar. Sus creaciones constituyen una de las más altas manifestaciones del impulso de juego de la imaginación. Óscar Domínguez es, a nuestros ojos de hoy, el pintor visceral e imprevisible, obsesivo y visionario, el inventor de la decalcomanía, el magnífico constructor de objetos surrealistas y el artífice de inquietantes realidades oníricas que sacuden –en palabras de su amigo y compañero de generación, Agustín Espinosa– “los raíles de un tren en llamas”. Su mundo poético se nutre, pues, de una ontología propia, directa y vivencial, ligada a su juventud en el norte de la isla de Tenerife, donde gesta una concepción irracional y sobreabundante del color y de los enigmáticos procesos de la metamorfosis que van a acompañar a su obra a lo largo de toda su trayectoria vital.

En sus pinturas, decalcomanías, dibujos y objetos asistimos a la necesidad de un lenguaje que exprese el enunciado visual y autónomo de la mente; esto es, el funcionamiento real del pensamiento, un lenguaje que haga de la imagen su principal unidad de acción, ajeno a preocupaciones estéticas y morales, y al margen de control lógico alguno, tal yo como pretendía el Surrealismo en su primer manifiesto de octubre 1924. La imagen surrealista se formula entonces, a la manera de una detonación visual que propicia el encuentro fortuito entre dos realidades distantes e irreconciliables, entre dos visiones que se cruzan y dan a ver una imagen radicalmente visionaria. Aquí radica una de las claves de su pintura: dotar de sentido al ejercicio de la libertad creadora, entendiendo arte y vida como un único impulso en el que el azar, la subjetividad, el deseo, el humor negro y lo irracional se dan la mano.

TEA Tenerife Espacio de las Artes organiza 'Óscar Domínguez. Dos que se cruzan'.

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