Pérez-Mínguez, conocido como el creador de los más importantes iconos de La Movida, por su gran número de retratos ya históricos de personajes del Madrid de finales de los setenta y principios de los ochenta, reúne en esta muestra (preparada antes de su fallecimiento el año pasado) lo más representativo e íntimo de su obra, incluyendo la realizada antes y después de esos años.
Impulsor de la fotografía como arte, Pablo Pérez-Mínguez consigue romper con su estética el concepto fotográfico de la generación precedente a través del uso de diferentes estilos y numerosas técnicas. Fundador de la revista Nueva Lente en 1971 y luego del Photocentro y la Photogalería en 1975 es una figura central en la fotografía española de los últimos años, tanto por su obra personal como por su gran influencia en toda una generación de fotógrafos que entonces daba sus primeros pasos.
Esgrima con la vida
Esta muestra antológica (1970-2007) supone el encuentro con un inmenso archivo de cerca de cuarenta años de permanente «esgrima lúdica» con la vida. Detalles Invisibles resulta un título muy revelador de la actitud del autor ante el hecho fotográfico. Libertad, naturalidad y sentido del humor: el artista juega sin tregua con lo sencillo y lo rebuscado, la frivolidad y la seriedad, el automatismo y la reflexión.
Las obras seleccionas por el comisario de la muestra, Carlos Serrano, y el propio autor son reflejo de esa vivacidad con la que se ha resuelto todo su trabajo en los últimos años. Entre tantas y tantas imágenes inéditas acumuladas por el artista se ha apostado en esta ocasión por la visión más propiamente intimista de un creador ensimismado en el mundo que lo rodea, una visión que parte de aceptar como máxima la espontaneidad de la vida misma.
Esta exposición ha sido organizada por la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, en colaboración con el Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer.
Pablo Pérez-Míguez, pulsión por la vida
Por Rafael Doctor Roncero
[1]A través de la fotografía de Pablo Pérez-Mínguez podemos hablar de la irrupción de un nuevo concepto de libertad en la asunción de la obra fotográfica, por oposición a todo lo establecido anteriormente. En segundo lugar es necesario mencionar su constante instinto expansivo de un ideario propio, de tal forma que a través de la creación de un espacio revista fue capaz de incitar y participar en la obra de los demás. En tercer lugar hay que destacar su convicción definitiva de entender el hecho fotográfico como un hecho artístico no secundario. Finalmente hay que tener en cuenta en él su constante interrelación asumida con otras disciplinas artísticas, como la música, el cine o la pintura.
Podríamos hablar también de la implicación directa de su carácter creativo en el espacio fotográfico profesional a través de sus retratos por encargo de personas del mundo del espectáculo. De esta forma, como ocurre con la mayoría de los grandes artistas, la importancia de Pablo va mucho más allá de sus obras concretas. Es necesario entenderlo como un personaje aglutinador, capaz de interpretar las inquietudes de un tiempo, y no sólo reproducirlas en sus imágenes, sino hacer expansiva una actitud creativa que clama siempre por un mundo libre en el que la cámara es un elemento de manifestación de esa libertad.
Más allá de todo esto, siempre he entendido la obra de Pablo Pérez-Mínguez como un canto a la vida… el autor está siempre pendiente de escarbar la belleza acurrucada en cualquier pliegue de la realidad cotidiana. Su siempre inconclusa serie Mi vida misma es lo que va a marcar todo y cuanto haga el artista. Mi vida misma se configura desde la fascinación y respeto que al autor le confiere el constante descubrimiento de estar vivo, de expresarse, de participar, de ser magnífico invitado de un mundo que cambia y se revuelve sobre sí mismo día a día. Mi vida misma es la constante asunción de proclamar la utopía de vivir aceptando el hecho creativo como el gran privilegio que posee por encima de todas las cosas.
Todo es gozoso en todas y cada una de las obras de Pablo. Nos encontramos ante una pulsión por la vida que sobrepasa al propio autor. Una pulsión positiva, y es allí donde radica su revolución. Es difícil encontrar cualquier ápice de resentimiento en la tarea diaria de vivir expresada en sus fotografías. Se asumen todas y cada una de las contradicciones del mundo y se traducen en estas imágenes siempre abiertas a todo tipo de interpretaciones, pero esencialmente rezumantes de una alegría por vivir capaz de imponerse a cualquier otro tipo de discurso. En este sentido, su actitud es la protagonista de todas y cada una de sus obras, llegando a trascender a la propia forma, a la propia imagen.