[1]Palabras malditas.
Sara Casasnovas, Miquel Insua, Luma Gómez e Imma Antonio dan vida a un relato que se sitúa en la oscura España de la posguerra. En una sórdida pensión de La Coruña, dos seres marginados se esfuerzan por encontrar la felicidad en plena época de represión y asesinatos. Él, un perseguido profesor, experto en poesía francesa; ella, una prostituta. Clara y Vicente, dos personajes que a pesar de sus diferencias se aferran el uno al otro, dando lugar a las voces poéticas más sublimes de las siguientes dos décadas.
La obra comienza en los años 80 cuando Clara Campos, una renombrada poetisa mexicana de origen gallego regresa a España para recibir un importante premio. A su llegada concede una entrevista a una joven periodista a la que confiesa su gran secreto: una parte importante de su poesía, la publicada bajo el seudónimo de Vicente Rincón, no es suya. Pertenece precisamente a Vicente Rincón que no es, por lo tanto, un seudónimo, sino un poeta desconocido y represaliado en los años 40.
La poetisa cuenta a su entrevistadora la especial relación que tuvo con ese hombre cuando ella apenas había cumplido los 20 años y él andaba por los 50 y tantos, en los años más oscuros de la posguerra española. La acción de Palabras malditas se desenvuelve en una casa señorial de la calle Panaderas de la ciudad gallega, concretamente en un salón de esta casa, inicialmente el saloncito del aparato telefónico, ahora transformado, provisionalmente, en un dormitorio para alquilar.
La vivienda había pertenecido a unos médicos republicanos que tuvieron que huir con la guerra y la casa quedó en manos de la criada que la transformó en una pensión para sobrevivir, pensión ilegal que daba techo a las chicas que hacían la calle en la próxima calle del Papagayo. Clara, que era una de esas chicas, descubrió a Vicente, que se escondía de los falangistas, y Vicente le descubrió la poesía.
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