Es habitual considerar que la contribución de Pablo Picasso (1881-1973) a ese hito fue pintar Las señoritas de Avignon en 1907. Sin embargo, actualmente puede pensarse que esta obra fue el punto de llegada, y el estallido final, de todo un complejo proceso desarrollado a lo largo del año 1906 y finales de febrero o principios de marzo de 1907. Un periodo durante el cual la actividad creativa del artista tuvo tres escenarios: París, Gósol –en el pirineo leridano– y, de nuevo, la capital del Sena.
Para Manuel Segade, director del Museo, «esta exposición es un cruce que permite entender el aporte de Picasso a la historia del arte en ese momento. Lo que ocurre en 1906 es la suma contradictoria pero congruente en la obra de aquel momento del inicio del Picasso moderno». Eugenio Carmona, su comisario, destaca que «1906 es un año extraño en la obra de Picasso. Ya no es el ‘Picasso rosa’ pero tampoco es del de Las Señoritas de Avignon». En este sentido, no es un año más en la trayectoria del artista. Es un momento artísticamente significativo –no reconocido como tal hasta hoy– en el que las experimentaciones del malagueño abren su obra hacia otros lenguajes. Para Carmona «se trata de la primera aportación de Picasso a la noción plena de arte moderno».
Durante esta etapa, por ejemplo, el artista transformó (aunque con antecedentes en algunas obras pintadas desde 1904) el concepto académico de desnudo y convirtió el cuerpo en un lugar de experimentación lingüística y cultural en el que introdujo la sensualidad, siendo especialmente relevante el papel que otorgó al desnudo masculino. Ello abrió las puertas también a la presencia performativa de género.
Otro rasgo distintivo de este Picasso es su sentido de la transculturalidad, que emana de su biografía y la formación de su personalidad. El joven Picasso de entonces es un andaluz emigrado en Barcelona que viaja a París desde 1900. Cuando regresa a Barcelona en 1906 trae consigo todo un bagaje de transformadoras relaciones y vivencias en el ambiente bohemio de la vanguardia en la capital francesa, en el que ha tenido la oportunidad de relacionarse con importantes creadores coetáneos y con marchantes y coleccionistas, siendo transcendental el papel de Gertrude Stein. Todo ello fue decisivo en su propia definición como artista, en la que también influyó su interés por la fotografía homoerótica o la etnológica y las reproducciones en revistas de masas así como por el pensamiento libertario o anarquista.
En esos momentos practica además una relectura de la Historia del Arte a través de sus diálogos con El Greco, Corot y Cézanne, y mediante la apropiación del arte antiguo con el uso de referentes culturales primigenios, «primitivistas» e incluso no europeos (arcaico griego, egipcio, etrusco, íbero, románico catalán, mesopotámico, polinesio…). Ya por entonces conocía también y asimilaba el llamado arte negre, antes de su famosa visita al museo del Trocadero en 1907.
A lo largo del recorrido propuesto por Carmona, compuesto por ocho salas, las obras de Picasso se muestran junto a piezas procedentes de diferentes periodos de la cultura europea y africana similares a las que el artista pudo ver en su momento para establecer correspondencias, citas, apropiaciones o diálogos tanto formales como intelectuales. Su presencia permite vislumbrar de forma muy didáctica la complejidad de los procesos culturales y creativos experimentados por Picasso en 1906.
La muestra reúne de forma excepcional para la ocasión más de 120 obras procedentes de colecciones privadas e instituciones como, entre otras, el MoMA, el MET y el Guggenheim de Nueva York; los museos de Baltimore, Cleveland, Philadelphia, Boston, Dallas o Chicago; del Museo Picasso, el Louvre y el Pompidou de París; y ya en España, del Arqueológico Nacional, del Prado y de los museos Picasso de Barcelona y Málaga.
Mucho más que una fecha
El proyecto Picasso 1906. La gran transformación quiere mirar con ojos contemporáneos la primera aportación de Pablo Picasso a la definición de arte moderno. El artista actúa sobre las imágenes y los lenguajes plásticos proponiendo una nueva economía figurativa. Estamos ante la refundación de la experiencia artística. En Picasso, decir 1906 no es solo nombrar una fecha. Es plantear un verdadero momento artísticamente significativo de su dilatada y compleja producción hasta ahora no reconocido como tal.