Libre de presión externa, Picasso interpretó a sus modelos de acuerdo con su visión y percepción de ellos, eligiendo el estilo y el medio que consideró más expresivo o apropiado en cada ocasión. La caricatura fue una de sus actividades preferidas, y muchos de sus retratos pictóricos de madurez incluyeron las simplificaciones y distorsiones propias del género. Las libertades que se tomó con las apariencias naturales y su subversión del decoro fueron, sin embargo, de la mano de un constante y profundo compromiso con las tradiciones del retrato occidental.
A diferencia del caricaturista profesional, que acostumbra a tener como objetivo personajes públicos, los sujetos de Picasso eran casi siempre sus amigos y personas del entorno familiar. De esta manera hay representaciones de Dora Maar, Guillaume Apollinaire, Jean Cocteau, Nusch Éluard, Françoise Gilot, Max Jacob, Lee Miller, Fernande Olivier, Jacqueline Roque, Olga Khokhlova, Jaume Sabartés, Erik Satie, Igor Stravinski, Miguel Utrillo y Marie-Thérèse Walter, entre otros. Además, y como prácticamente ninguno de sus retratos provenía directamente de un encargo, se sentía libre de representar e interpretar a sus sujetos.
Picasso tiene un don precoz para sugerir carácter y humor y, a la vez, representar de manera fidedigna a los retratados. A pesar de su originalidad se mantiene siempre en diálogo constante con el arte del pasado, utilizando formatos y posturas con sutiles alusiones a las obras de los grandes maestros. Estas referencias se reflejan en su visión personal de la tipología física, la personalidad o su relación con los retratados.
Esta exposición ha sido comisariada por Elizabeth Cowling y organizada por el Museu Picasso de Barcelona y la National Portrait Gallery de Londres.