Esta muestra es la primera retrospectiva que se realiza en España sobre su obra en más de treinta años e incluye alrededor de ochenta pinturas, una docena de dibujos y medio centenar de fotografías –en su mayoría nunca vistas en nuestro país– de todos sus periodos de su creación.
La retrospectiva que ofrece Fundación Mapfre llega a Madrid tras su exitoso paso por el Musée d’Orsay de París, donde superó el medio millón de visitantes. Ocho partes conforman la muestra, que comienza con la fundación en 1888 del grupo de los nabis y la influencia que Bonnard recibió del arte japonés, a través de una serie de lienzos y paneles con motivos que se pliegan entre ellos y colores vivos.
Evolución a lo cotidiano
A partir de 1900, la pintura de Bonnard comenzó a cambiar, alejándose de las corrientes vanguardistas imperantes y volcándose en su mundo cotidiano. Prefirió centrarse en temas de su vida familiar, en los que la pintura va ganando poco a poco terreno a la realidad, y en paisajes que muestran una naturaleza arcádica, vibrante y luminosa.
El cuerpo fue muy importante en dicha etapa. Bonnard aborda los desnudos convirtiendo al espectador en un voyeur que se asoma por el quicio de una puerta u observa a través de un espejo la intimidad del aseo femenino.
Su círculo más cercano fue retratado en un intento de Bonnard por representar su realidad más próxima. Los retratados eran mostrados sin artificio ni posados, con una mezcla de observación y subjetividad, de parecido y deformación, de banalidad y embellecimiento. Así retrató a su compañera Marthe, su amante Renée Monchaty, su cuñado Claude Terrasse, etc. En sus autorretratos prescinde del contexto para presentarse, despojado de todo complemento, ante el espectador.
Paisajes, dibujos y fotografías
Sus largas estancias en Normandía y la Costa Azul le descubrieron las posibilidades del paisaje, lo que le llevó a liberarse del naturalismo y desarrollar una interpretación lírica de la naturaleza. La evolución natural lo llevó a la realización de grandes paneles para la decoración mural de residencias, encargos para grandes figuras de la época, como Misia Sert o George Besson. Estos paneles representan escenas paradisíacas que mezclan personajes contemporáneos con seres mitológicos.
La muestra incluye también dibujos y acuarelas que Bonnard solía realizar en las páginas de pequeños diarios. Estos eran proyectos de futuras obras, como decoración de abanicos, un comedor o la realización de un cartel, así como bocetos para sus paisajes y bodegones.
Fascinado por las posibilidades de la fotografía, entonces en pleno auge, Bonnard vivió un breve idilio con la cámara (de 1905 a 1907, aproximadamente). Sus primeras fotografías registraban momentos ordinarios de la vida familiar, pero pronto descubrió la utilidad que podía tener para su pintura. La inmediatez y la imaginación compositiva de las fotos se ven reflejadas en muchos de sus lienzos. Su compañera Marthe fue su gran modelo fotográfica, desnuda en el interior de su hogar y en el jardín familiar.
Esta exposición ha sido organizada por el Musée d’Orsay, donde se exhibió hasta el pasado mes de julio [1], Fundación Mapfre y los Fine Arts Museums of San Francisco, a donde viajará en febrero de 2016.