Hasta el 16 de marzo de 2014, los visitantes del Museu Nacional de Arte Antiga –el principal museo de Portugal– pueden disfrutar de esta muestra formada por 57 pinturas de los más destacados maestros del género que atesora el Prado.
Tras su paso por ciudades españolas como Sevilla, Zaragoza o Palma, la muestra viaja a la capital portuguesa para acercar al público luso tanto la extraordinaria calidad de las obras que la componen como la categoría de los maestros que las realizaron, y familiarizarle con las diferentes tipologías del paisaje que surgieron a lo largo del siglo XVII en Flandes y Holanda.
Maestros y obras maestras
Se trata de la primera muestra compuesta íntegramente por fondos del Prado que se celebra en Portugal y constituirá una ocasión única para que los visitantes del Museu Nacional puedan apreciar esta importante selección de paisajes.
Comisariada por Teresa Posada Kubissa, conservadora de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte (hasta 1700), entre los pintores que integran esta exposición [1] figuran los más destacados maestros del género, con obras tan representativas como Paisaje alpino de Tobias Verhaecht, uno de los maestros de Rubens; La vida campesina y Boda campestre de Jan Brueghel el Viejo, además de La Abundancia y los Cuatro Elementos que pintó en colaboración con Hendrick van Balen o Mercado y lavadero en Flandes en colaboración con Joos de Momper el Joven; Paisaje con gitanos y Tiro con arco de David Teniers o los dramáticos Asedio de Aire-sur-a-Lys de Peeter Snayers y Bosque con una laguna de Jan Brueghel el Joven y taller.
Sobre el MNAA
El Museu Nacional de Arte Antiga fue creado en 1884 y alberga una importante colección que abarca desde el siglo XII hasta el XIX. Pintura, escultura, plata, oro, piedras preciosas y artes decorativas portuguesas, europeas, africanas y orientales; incluyendo el mayor número de obras clasificadas como “tesoros nacionales”. Entre ellos, símbolos del arte portugués de los siglos XV y XVI como, Los paneles de san Vicente de Nuno Gonçalves y el Belém Monstrance, un encargo del Rey Manuel I realizado con el oro que trajo Vasco de Gama después de su segundo viaje a la India.
El MNAA también alberga una importante colección de arte europeo. Cabe destacar entre otras Las tentaciones de san Antonio de El Bosco, San Agustín de Piero della Francesca, San Jerónimo de Alberto Durero, la Virgen con el niño de Hans Membling o El milagro de san Eusebio de Cremona de Rafael.
El museo cuenta con un magnífico jardín, con restaurante y con vistas al río Tajo.
Intercambio de joyas
El convenio marco entre los dos museos contempla, además de esta muestra temporal, el desarrollo de programas de intercambio, préstamo y depósito de obras orientados a su exposición en un contexto histórico y artístico vinculado a sus respectivas colecciones.
De hecho también incluye el préstamo del Museu Nacional de Arte Antiga al Prado de la obra el Tríptico de las tentaciones de San Antonio de El Bosco para la exposición monográfica sobre el pintor que tendrá lugar en el museo madrileño en el año 2016, cuando se celebra el V centenario de su muerte. Asimismo, como intercambio de la obra del Bosco, el Prado prestará el Autorretrato de Durero en fechas coincidentes con la exposición del maestro flamenco.
El Tríptico de las tentaciones de San Antonio es una de las joyas indiscutibles del Museo de Lisboa y se cuenta entre los tesoros nacionales de Portugal. Es una obra compleja, la más elaborada entre las que El Bosco dedicó a un solo santo. Sin duda es la más popular entre todas las que llevó a cabo el pintor, hasta el punto de que se conservan no menos de veinte copias y la más famosa junto con el Jardín de las delicias y la mesa de los pecados capitales del Prado.
Los paneles laterales del tríptico cerrado reproducen en grisalla el Prendimiento de Cristo (izquierdo) y el Camino del Calvario (derecho). En los tres paneles del tríptico abierto se representan las tentaciones del santo tomadas de la vida de san Antonio escrita por san Atanasio y de la Leyenda dorada de Jacobo de Vorágine. Al traducir el combate que el santo mantiene con el demonio en la tierra y en el aire, El Bosco se deja llevar por su fantasía, de forma magistral, igual que siempre que representa “diablos”. Como ya señaló Felipe de Guevara sobre El Bosco, en sus Comentarios de la pintura (1560): “No niego que no pintase extrañas efigies de cosas, pero esto tan solamente a un propósito que fue tratando del infierno, en la qual materia, quiriendo figurar diablos, imaginó composiciones de cosas admirables.