Es la primera vez que se expone al público la secuencia completa del ciclo apostólico de la colección de Felipe II (1527-1598), siendo esta la reedición de los cartones de Rafael mejor conservada. Su origen se remonta al encargo que Rafael recibió en 1514 del papa León X (1475-1521) para realizar, a escala natural, los cartones de 10 tapices que, durante las ceremonias más solemnes, vestirían la parte baja de la Capilla Sixtina. Ya entonces, en este singular espacio habían trabajado los mejores artistas de su tiempo: Perugino (h. 1450-1523), Botticelli (1445-1510), Ghirlandaio (1449-1494) y el legendario rival de Rafael, Miguel Ángel (1475-1564).
El pontífice y su círculo de teólogos escogieron un programa iconográfico que subrayaba su legitimidad como sucesor de san Pedro y la misión de la iglesia de predicar la palabra de Cristo. Rafael llevó a cabo una minuciosa labor de documentación e incluso ordenó la presencia permanente de un ayudante que le leía en alto los textos canónicos.
El resultado de su trabajo fue un compendio de inéditas composiciones, de paisajes y arquitecturas grandiosas elaboradas según los principios renacentistas de la perspectiva y la geometría, y de figuras humanas a escala natural en las que se advierte un perfecto conocimiento de la anatomía, la escultura clásica y la expresión de estados de ánimo.
A lo anterior hay que añadir la maestría técnica con la que los tapiceros de Bruselas, en el taller de Pieter van Aelst (h. 1450-h. 1533), trasladaron los cartones de Rafael al juego de trama y urdimbre en hilos de oro, plata, seda y lana entre los años 1516 y 1521. Pero Rafael murió de forma repentina un 6 de abril de 1520, el día de su 37 cumpleaños, y solo llegó a ver expuestos en la Capilla Sixtina siete de los tapices.
El ciclo sixtino generó una ola de interés sin parangón en la historia del arte. Las monarquías de toda Europa rivalizaron por conseguir nuevas reediciones, conscientes del prestigio que otorgaba su posesión. Tristemente, algunas de esas réplicas se han perdido: la de Francisco I de Francia durante la Revolución, y la de Enrique VIII, en los últimos bombardeos alemanes de la Segunda Guerra Mundial.
Casi cinco siglos después, Patrimonio Nacional conserva dos de esas réplicas basadas en los cartones originales de Rafael. Una se adquirió durante el reinado de Felipe III (1578-1621) y la segunda y más antigua es la de Felipe II, la que protagoniza esta exposición temporal en la Galería Principal del Palacio Real, un espacio acorde con la monumentalidad y estructura arquitectónica de la tapicería del artista de Urbino.
Nueve tapices
Felipe II mandó traer estos paños cuando aún era príncipe, durante un viaje a los Países Bajos. Son nueve tapices en dos capítulos: cuatro de ellos conforman el petrino, sobre la vida de san Pedro; y los cinco restantes dan forma al paulino, de san Pablo. Fueron tejidos en seda y lana por Jan van Tieghem (activo entre 1530 y 1568) y Frans Gheteels (activo entre 1540 y 1568) en Bruselas, y constituyen la reedición de mayor calidad y mejor conservada, por encima incluso que la original vaticana.
Su excelente estado de conservación se explica por la concurrencia de varios factores. Unos derivan de su fabricación en Bruselas, como el uso de fibras resistentes, el empleo de tintes naturales de buena calidad y la renuncia a incorporar hilos metálicos, lo que ha evitado su oxidación y corrosión. Pero tampoco se pueden pasar por alto las medidas de conservación adoptadas por el Oficio de la Real Tapicería, encomendadas a partir de 1720 a la Real Fábrica de Tapices.
Con motivo de esta exposición, Patrimonio Nacional ha publicado la monografía Tapices de Rafael para la Corona de España, disponible para su adquisición en línea [1].
Coincidiendo con la prórroga de la muestra, este 6 de abril comienza una serie de directos en Instagram en los que se profundizará en las ambiciones del autor de los cartones, en la maestría de los tejedores bruselenses y en el interés de Felipe II por adquirir la colección.
Colección única
La Colección Real española de tapices, gestionada y administrada por Patrimonio Nacional, está considerada única en el mundo, con más de 3.000 obras, entre las que se cuentan más de 500 ejemplares sobresalientes de la excelente producción manufacturera flamenca renacentista y barroca, y más de 800 paños de la significativa fabricación española del siglo XVIII.