Bajo el juego de palabras que da nombre a la muestra se aloja la idea del paisaje doméstico, el alma que poseen todas las casas. Para la artista, este entorno constituye el escenario más determinante al que pertenecemos, ya que es nuestra propia representación y expresión, la forma que tenemos de estar en el mundo. Los temas sobre los que descansan las obras de esta exposición divagan entre los paisajes y sus paisanos, los animales del campo y sus sillas “con alma”.
Bartolomé se inspira y toma como hilo conductor de parte de sus obras una cita de Walter Benjamin que, probablemente influido por la Ibiza que recorrió en los años 30, pensó sobre el concepto de aura. Debido a su reciente maternidad, la joven artista descubre una de las expresiones más bellas de su entorno doméstico, adoptando así una nueva mirada sobre su realidad más inmediata.
Simbología recurrente
En este sentido, la casa se manifiesta como un saber tradicional, integrada en un paisaje de muros de piedra, junto al porche, los olivos, los cultivos… La imagen es fondo y figura al mismo tiempo que va deshaciendo la diferencia orgánica entre naturaleza y casa.
Acostumbrados a la técnica audaz de manchas de color valiente que recorren sus lienzos, Raquel Bartolomé incorpora en sus últimas piezas un mayor gusto por la línea y el dibujo, que se unen al resto de elementos con total naturalidad.
Especial atención merecen las composiciones con sillas, donde el tema se abstrae para centrarse en la relación entre estos objetos dotados de personalidad propia que escenifican rituales domésticos, como el descanso o la familia. La simbología utilizada por la artista es recurrente en la historia del arte y en el pensamiento moderno siendo quizá, las más reconocidas, las de Van Gogh y David Hockney.