“Si sacamos de la tierra los frutos que nos alimentan y las primeras materias que elaboran nuestras fábricas, ¿por qué no hemos de sacar también un ideal de belleza que se acomode a nuestro temperamento y sea el más gozoso consuelo de nuestros espíritus?”, se preguntó José Valenzuela la Rosa en Revista de Aragón a finales de 1905. La tierra y sus gentes como “ideal de belleza” para una sociedad que, paralelamente, asistía a su primer desarrollo industrial.
Esta doble dimensión: la tradición heredada frente a los avances propios de la sociedad contemporánea, marcó el debate cultural español durante las primeras décadas del siglo XX. Urgía modernizar y regenerar España, tanto como permanecer fieles a aquello que se entendía como su auténtica esencia. El arte se hizo eco de esa dicotomía, participando de las disquisiciones en torno a la identidad. La regional y la nacional.
Buscando definirse
La crisis finisecular, vivida también en otros países europeos, tomó en España la forma del rechazo al sistema de la Restauración, desde la conciencia del propio atraso y del final del ya lejano imperio. Una nación que buscaba definirse y que, para hacerlo, se vio obligada a recurrir a un imaginario que se fundamentaba en las peculiaridades de cada uno de los territorios que la componían. Al mismo tiempo, las ideas regionalistas cobraban fuerza, se imponían en el debate político y social y daban lugar a diferentes manifestaciones culturales. Un contexto complejo que, inevitablemente, tuvo su reflejo en la plástica del momento, dando lugar a lo que la historiografía ha definido como pintura regionalista.
En Aragón, este proceso se vivió tan intensamente como en el resto de regiones españolas. Eso sí, de acuerdo con una sociedad rural con una capital que ganaba población gracias a la emigración llegada del campo, que afrontaba un lento despertar industrial fundamentado en el sector agrícola y en la que una pujante burguesía acometía, con mayor o menor fortuna, el reto de modernizar la región para afrontar el nuevo siglo. Todo ello en consonancia con esa misma interrogación respecto a qué aspectos la singularizaban dentro del contexto español. La respuesta a la insistente cuestión identitaria fue la misma que se dio en el resto de regiones: Aragón estaba en el paisaje, las gentes del mundo rural y sus formas de vida.
Asuntos recurrentes
La exposición, organizada por el Vicerrectorado de Cultura y Política Social de la Universidad de Zaragoza, muestra la manera en que ese proceso de modernización y autoafirmación se expresó a través de las artes plásticas. Para esto se ha seleccionado el trabajo de un grupo de artistas nacidos en la segunda mitad del siglo XIX que desarrollaron una parte fundamental de su producción durante las primeras décadas del siglo XX.
En todos ellos se encuentra expresión de las preocupaciones propias de la sociedad del momento, en buena medida a través del tratamiento de una serie de asuntos recurrentes que eran demandados por la escasa clientela con que contaban en un centro artístico tan poco desarrollado como el aragonés. Es más, buena parte de ellos tuvieron que emigrar a otros centros en los que, por lo general, participaron de esos mismos planteamientos.
Desde un punto de vista plástico su trabajo muestra la paulatina modernización a la que se vio sometida la plástica del momento, si bien las nuevas corrientes se asentaron en su pintura de forma desigual, ajenas en casi todos los casos a las fórmulas más avanzadas, y demostrando la dificultad que tuvieron para apartarse de la tradición heredada.
La exposición se articula en torno a dos espacios acordes con las nociones de “regeneración” e “identidad”, dentro de los cuales se establecen una serie de ámbitos que permiten explicar la compleja formulación de ambos conceptos y el modo en que fueron asuntos claves en el debate intelectual del momento.
Algunos de los artistas representados
- Ramón Acín Aquilué (Huesca, 1888 – 1936).
- Rafael Aguado Arnal (Zaragoza, 1880 – Madrid, 1951).
- Mariano Ara Burges (Zaragoza, 1890 – 1938).
- Rafael Barradas (Montevideo, Uruguay, 1890 – 1929).
- Ángel Bayod Usón (Zaragoza, 1899 – 1979).
- José Bueno y Gimeno (Zaragoza, 1884 – Madrid, 1957).
- José Codín (Zaragoza 1891 – 1953).
- Mariano Codín (Zaragoza 1905 – 1951).
- Ángel Díaz Domínguez (Logroño, 1879 – Madrid, 1952).
- Juan José Gárate y Clavero (Albalate del Arzobispo, Teruel, 1869 – Madrid, 1939).
- Honorio García Condoy (Zaragoza, 1900 – Madrid, 1953).
- Julio García Condoy (Zaragoza, 1889 – Aranjuez, 1977).
- Pablo Gargallo Catalán (Maella, Zaragoza, 1881 – Reus, Tarragona, 1934).
- Félix Gazo Borruel (Boltaña, Huesca, 1889 – Zaragoza, 1933).
- Justino Gil Bergasa (Zaragoza, 1890 – Madrid, 1936).
- Félix Lafuente Tobeñas (Huesca, 1865 – 1927).
- Manuel León Astruc (Zaragoza, 1889 – Madrid, 1965).
- Francisco Marín Bagüés (Leciñena, Zaragoza, 1879 – Zaragoza, 1961).
- Ramón Martín Durbán Bielsa (Zaragoza, 1904 – Caracas, 1968).
- Darío de Regoyos y Valdés (Ribadesella, Asturias, 1857 – Barcelona, 1913).
- Joaquín Sorolla y Bastida (Valencia, 1863 – Cercedilla, Madrid, 1923).
- Miguel Viladrich Vila (Torrelameu, Lérida, 1887 – Buenos Aires, 1956).
- Joaquina Zamora Sarrate (Zaragoza, 1898 – Zaragoza, 1999).
- Ignacio Zuloaga Zabaleta (Éibar, Guipúzcoa, 1870 – Madrid, 1945).