Esta muestra, ubicada en la Plaza de la Constitución de Ciudad Real, traslada a los visitantes a un recorrido por una ciudad romana poco antes de la destrucción de Pompeya, en el año 79 d.C., en plena época imperial. La exposición transporta a sus calles en un día cualquiera: negocios, importancia del agua, olores, formas de expresión y religiosidad popular, entre otros; todo aquello que hervía alrededor de los grandes escenarios del senado, el foro, los teatros y el circo.
Desde hace años, los arqueólogos e historiadores dedican especial atención a reconstruir la vida cotidiana de los pueblos antiguos. Hallazgos arqueológicos y textos literarios nos permiten saber con mucha exactitud cómo se organizaban las ciudades y cómo eran las persones que vivían en ellas. Pero incluso en el caso de las ciudades romanas más bien conservadas, como por ejemplo Pompeya, se hace difícil imaginar la actividad que se vivía en sus calles.
La muestra, de 400 metros cuadrados, da la bienvenida a los visitantes en una ciudad arquetípica del Imperio Romano y presenta un día cualquiera de esa ciudad, 24 horas en que descubrirán cómo era la vida en la calle y en el interior de una casa de una familia que podríamos considerar de clase media alta.
Bajo lo que conocemos como Imperio Romano se encuentra un conjunto de ciudades conectadas por vías terrestres y marítimas. Y un poder central: Roma. Cada ciudad dominaba un territorio y era, al mismo tiempo, mercado, núcleo administrativo y centro religioso. Contaban con extensas cuadrículas de calles bien pavimentadas, con alcantarillado y agua corriente. Como las actuales ciudades, las ciudades romanas también sufrían los efectos de la presión demográfica y la especulación del suelo, aspectos que se explican y pueden verse en Romanorum Vita.
Además, los visitantes descubren que, en las calles, artesanos y comerciantes desarrollaban todo tipo de actividades, y cómo estas se llenaban de gente. Paseando por una calle cualquiera o por delante del foro de una ciudad romana, los espectadores comprueban cómo eran las letrinas y el olor que desprendían. O cómo eran los comercios y que ya existía lo que podríamos considerar como el precedente de los locales de comida rápida.
Sumergirse en la ciudad
En la muestra se ha hecho un uso innovador de distintos elementos –desde la inclusión de ruidos y olores característicos de la época hasta la interacción entre el espacio escenográfico y un gran audiovisual– para lograr que los espectadores se sumerjan en la ciudad y descubran sus similitudes con la vida cotidiana actual. Uno de estos montajes audiovisuales se proyecta sobre la fachada de la domus, de 12 metros de ancho, y en él pueden verse los personajes clave de la ciudad romana gracias a un rodaje realizado con más de 30 figurantes.
Establecer paralelismos entre las ciudades romanas y las ciudades actuales es otro de los objetivos. En la ciudad romana, por ejemplo, la actividad no cesaba ni un instante, especialmente después de que un edicto de Julio César prohibiese la circulación de carros y animales durante el día para evitar accidentes. Así, de día las calles eran más seguras, pero el ruido nocturno aumentaba extraordinariamente. No era fácil dormir en una ciudad romana.
También se explica en la exposición cómo se establecían las relaciones sociales entre ciudadanos de distintas clases. En las ciudades romanas, ricos y pobres vivían mezclados. Todo el mundo compartía las incomodidades de una ciudad superpoblada.
Política y religión
La exposición detalla otros elementos importantes en la vida pública, como pueden ser la política y la religión. Las calles eran, en este sentido, espacios de convivencia y espacios religiosos. En las esquinas existían pequeños altares dedicados a las divinidades protectoras del barrio y sus vecinos. Cuando se acercaban las elecciones, las empresas de publicidad electoral daban a conocer a los candidatos: pintaban su nombre en las paredes, proclamaban sus virtudes y contrataban a personas para que pidiesen el voto a los ciudadanos.
Por último, los visitantes de Romanorum Vita pueden entrar a escondidas en una casa típica de la clase media alta romana, pasear por sus distintas estancias y descubrir su distribución, la decoración empleada, los vivos colores con que pintaban las paredes, etc.