Gracias a esta muestra, los visitantes descubrirán los usos y costumbres de los salmantinos en torno a 1900, época en la que Salamanca era una ciudad de grandes contrastes. Las casas-palacio de la nobleza terrateniente convivían con las casas de vecindad compartidas por varias familias en condiciones antihigiénicas. Conocida por los cronistas y viajeros como la «ciudad de la muerte», Salamanca contaba entonces con una población de 23.000 habitantes y el 60% de las defunciones se debía a enfermedades contagiosas e infecciosas.
No obstante, fue entonces cuando comenzaron a desarrollarse síntomas de modernidad: un proceso de concentración empresarial con nuevas fábricas de pan, curtidos, imprentas y talleres de carpintería y fundición; la mejora de la circulación del ferrocarril entre la ciudad, Oporto y Medina; la apertura del Puente Enrique Estevan; la renovación de la fábrica de abonos Mirat y la construcción de la Casa Lis y el Mercado Central, las dos grandes obras de Joaquín de Vargas que aportan un aire más europeo a Salamanca con la arquitectura del hierro.
Todo ello se refleja en esta exposición a través de juguetes, lámparas, vestidos, autocromos e imágenes de las lavanderas en el Tormes, las turroneras en los soportales de la Plaza Mayor, la ribera de curtidores, las procesiones, el mercado central, los urinarios ubicados junto a la Plaza y otros retratos de este modo de vida. Como contraste, también se exhiben imágenes sobre los elementos de modernidad que introdujo la Casa Lis en Salamanca y la influencia que tuvo en Miguel Lis la arquitectura del hierro desarrollada en Europa. Lo mismo ocurrió con otras figuras destacadas de comienzos de siglo como Inés Luna Terrero, Miguel de Unamuno y otros personajes salmantinos.