Tal decisión, como la misma artista indicaba en una entrevista en 1963, será clave en la gestación de un impulso pictórico que no le abandonará hasta su muerte: «La ciudad me ha transmitido un sentimiento de seguridad que me ha provocado un gran deseo por pintar. Aquí he encontrado todos los elementos para poder realizar mi pintura; continuamente suceden cosas que pueden ser incorporadas al campo de la abstracción… no necesitas más que observar por una ventana o caminar por sus calles con una mirada alerta».
Estas palabras revelan la urgencia de la artista bonaerense por introducir lo real en su pintura y la certeza de encontrarse en el lugar y en el momento propicio para dar tal salto pictórico. Nueva York se estrenaba en los años cincuenta como la nueva capital del arte internacional y sus calles eran el caladero creativo de una generación de artistas llamados a ensanchar los límites del arte. En 1962, el mismo año que Grilo llega a la ciudad, Warhol pintaba su primera serigrafía; Oldenburg exponía sus esculturas blandas; Kusama sorprendía con sus acumulaciones, y Judd desdibujaba la noción de original con la ejecución de objetos que podían rehacerse sin perder su condición de arte.
Estrategias y recursos
Grilo absorberá las estrategias y recursos de la nueva vanguardia desde una posición de independencia creativa. Su condición de artista mujer y de extranjera con poco dominio del idioma reforzará en ella la idea de traducir y trasladar la realidad al plano pictórico a través del uso discursivo del lenguaje. Sus lienzos pronto se inundan de palabras, signos e inscripciones que la artista encontrará en anuncios de Life; en titulares de periódicos como el New York Times o en la escritura anónima que puebla los muros de los edificios. Un amasijo de palabras y números parcialmente fragmentados por veladuras de pintura formarán en cada lienzo un collage de significados y relaciones inéditas que pondrán en discusión el efecto de verdad del lenguaje publicitario y político de la época, como se evidencia en America Has Changed de 1967.
Cuando Grilo abandona Nueva York en 1970 para trasladarse a Europa su vocabulario pictórico es de una riqueza extraordinaria. Cada pintura esconde recursos y soluciones que se irán sumando a un universo creativo y vital que no se ajustará a parámetros de estilo, evolutivos o cronológicos. Son obras que nacen de una necesidad despojada de artificio programático, seduciendo al espectador desde su propia condición de pintura. Obras como Cartel, 1975; Soluciones para pensar, 1982; o ¿Comunican las palabras?, 2000, relumbran en el instante mismo de la experiencia.