En 2006 se publicó una monografía de Leiter, Early Colour, con imágenes de los años 40 y 50, que lo elevó instantáneamente a la categoría de precursor y maestro de la fotografía en color. A esto siguieron otras monografías y exposiciones internacionales, entre ellas la de la Fundación Henri Cartier-Bresson en París, el Museo de l’Elysée en Lausana, el Deichtorhallen en Hamburgo, The Photographer’s Gallery de Londres o Bunkamura en Tokio.
En 2013, el director británico Tomas Leach estrenó el documental In No Great Hurry: 13 Lessons in Life with Saul Leiter, que ofrecía una visión en profundidad de la vida y obra de Leiter. “Una ventana cubierta por gotas de lluvia me interesa más que la fotografía de una persona famosa”, afirmaba el fotógrafo en ese documental. La exposición muestra un fragmento de este filme.
Leiter se dedicó toda su vida a fotografiar las calles de Nueva York, buena parte de las escenas de sus imágenes suceden en un radio de dos manzanas alrededor del apartamento del East Village en el que vivió desde los años 50. En sus fotografías los protagonistas están frecuentemente desenfocados o mostrados solo en parte, le gustaba fotografiar por detrás de los bordes de las cosas, sus paisajes urbanos se ven a menudo a través de lluvia, de la nieve o de ventanas empañadas.
Rabino o artista
Saul Leiter, hijo de un rabino ortodoxo, estaba destinado a seguir el camino de su padre. Pero a los 23 años se mudó a Nueva York con la intención de convertirse en artista. Allí trabó amistad con el pintor expresionista abstracto Richard Pousette-Dart, que experimentaba con el lenguaje fotográfico, y con el maestro de la “Concerned Photography” (fotografía comprometida) W. Eugene Smith. A través del contacto con ese mundo artístico cercano a la fotografía y gracias a que su madre la había regalado una cámara cuando era adolescente, reconoció el potencial creativo del medio y lo adoptó como parte de su lenguaje pictórico.
La práctica de pintura y fotografía a lo largo de su carrera se puede seguir a través de sus imágenes en blanco negro y en color. La dinámica entre estos dos medios tuvo un impacto en su mirada artística, creando un nuevo ritmo visual. Su lenguaje típico es el de la abstracción: comprime la dinámica espacial, obstruye las líneas de visión y renuncia a una perspectiva centrada. La sensibilidad pictórica de Leiter es visible en los contrastes suaves y desaturados inherentes a sus fotografías. Además, su uso del reflejo hace que sus composiciones se vuelvan más rotas, más enredadas. Aquí es donde claramente se distingue de otros fotógrafos de calle de la Escuela de Nueva York como William Klein o Robert Frank.
En la década de los 50 comenzó a trabajar con el color convirtiéndose en uno de los fotógrafos pioneros en emplearlo. Aplicaba al color una cualidad pictórica y conseguía una sinfonía policromada que mezclaba el brillo de los neones, los halos de las farolas y las manchas doradas de los taxis de Nueva York, y convertía la ciudad en un paisaje contemplativo, íntimo y casi abstracto. Leiter combinó la fotografía y la pintura toda su vida, y continuó pintando diariamente hasta su muerte en noviembre de 2013 a los 89 años. Pero la cámara se convirtió en el medio a través del cual logró capturar e interpretar la vida de Nueva York en composiciones de varias capas, así como en escenas íntimas, como nadie lo había hecho antes.
Esta muestra, considerada por The Guardian una de las 10 mejores exposiciones de fotografía realizadas en Europa durante el año 2018 [1], ha sido organizada por la Fundación Foto Colectania en colaboración con la Saul Leiter Foundation de Nueva York.
Todas las facetas de su obra
En la muestra, con más de un centenar de imágenes en color y blanco y negro, pueden verse sus fotografías más icónicas y reconocidas, alrededor de 60 en color que recogen la maestría y la originalidad de Leiter en el uso del color, además de en torno a 30 en blanco y negro de las calles de Nueva York y otras tantas de desnudos y retratos íntimos; éstas forman parte de las primeras fotografías que tomó Leiter y reflejan el pulso y la energía de las calles del Nueva York de los años 40 y 50 que él conoció.
Finalmente, la exposición incluye también algunos de sus trabajos profesionales realizados por encargo como fotógrafo de moda y de publicidad para grandes revistas como Elle, Esquire y Harper’s Bazaar.