La muestra, concebida específicamente por Sevilla para la sala y comisariada por Lola Durán, toma su título del verso de Fernando Pessoa Yo soy mi propio paisaje y se detiene en cuatro escenarios esenciales de su trayectoria:
1. Nada temas. La artista ha creado para la exposición esta obra instalativa partiendo de un verso tomado del poema de Teresa de Ávila Nada te turbe. Creación fugaz y frágil, en esta instalación lleva a la arquitectura su preocupación en torno a la línea y el plano. Delinea la profundidad y el volumen de la estructura que dibuja en el espacio con trazos de luz que en realidad son simples hilos de algodón instalados de forma rítmica y geométrica atravesando el vacío, tejiendo el aire, creando un ambiente de espiritualidad sublime.
2. Permutaciones y variaciones de una trama. La abstracción geométrica más pura. Dibujos seriales de los inicios de su carrera –muchos inéditos– en los que, a través del uso repetitivo de la línea, crea espacios depurados, ficticios, generando una experiencia emocional de serenidad cuasimística.
3. Arquitecturas agrícolas. La observación de la naturaleza es la fuente de inspiración para las series situadas en la gran sala central de Kubo Kutxa. Arquitecturas agrícolas se inspira en el paisaje de la Vega de Granada y, en concreto, en los secaderos de tabaco diseminados en ella. Construcciones tradicionales, bastante rudimentarias, en las que habitualmente se colgaban las hojas de tabaco para protegerlas del sol y la lluvia, al tiempo que se facilitaba su secado. La artista evoca y reproduce de forma poética esas construcciones en metal, neopreno o papel, materiales maleables, creando juegos de luces como los que se producen al entrar en estas humildes construcciones.
Sevilla también se inspira en esta arquitectura vernácula, en sus maderas destartaladas, para sus Retablos, en los que las pinturas recrean el ritmo y las texturas de las tablas, como vallas, que nos invitan a pasearlas deteniéndonos en los detalles. La intervención en la sala, formada por Retablo A, Retablo B y Sonata sin futuro, se configura como un retablo moderno, una capilla en la que los cuadros conforman un espacio majestuoso y espiritual que rodea, acoge y sobrecoge.
También se detiene en un elemento más humilde y efímero, las arpilleras, que recubren estas construcciones aislando y protegiendo las hojas de las inclemencias externas. Este material está presente en obras como Nuevas lejanías negro, Las lunas oscuras de cristal y Las lunas oscuras de plata, y en la serie Silencio. A la artista le interesa de estos tejidos su liviandad, la luz que filtran, el paisaje difuso que ofrecen a su través.
4. Muros. De la abstracción geométrica más pura se transita en sus Muros a la abstracción más lírica, obras en las que confluye lo geométrico y lo orgánico, en las que el gesto se evidencia y aparece el ritmo de la pincelada, como se suceden y acumulan las hojas de las plantas trepadoras que envuelven los muros de la carrera del Darro de Granada. Estas –Sal y Sica– son obras inspiradas en el mundo vegetal, abriendo la conexión con una naturaleza a veces expresa, pero muchas veces enmarcada en elementos que enfatizan la fuerza de la poesía que exhala la creación de Soledad Sevilla: enormes cuadros formados por hojas de diferentes tonalidades que podrían ser el fragmento de una enredadera infinita. Hojas de diferentes tonalidades, con variaciones sutiles, que evocan el paso del tiempo, la fugacidad de la materia, la frágil permanencia de las cosas y de la propia vida. A fin de cuentas a la artista le fascina lo pasajero.
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Búsqueda interior
El trabajo de Soledad Sevilla [2] (Valencia, 1944) es el resultado de una búsqueda interior, entre emociones ocultas o contenidas, que da lugar a pinturas e instalaciones de gran profundidad emocional. En el proceso creativo encuentra un importante apoyo en la poesía, como disciplina estrechamente ligada a la pintura. Para Sevilla, «la gran lucha es traducir el sentimiento en un objeto». De igual manera, la geometría también ocupa un lugar preferente en su obra.