Entradas agotadas, avisa ya la página, sólo tres funciones después. Pero, ¿de dónde proviene tal curiosidad y calurosa bienvenida? Ni las adaptaciones presentadas en los últimos meses en esta sala clásica madrileña como El Precio de Arthur Miller o Un enemigo del pueblo de Henrik Ibsen, –también con Escolar sobre protagonista–, han encontrado tan pronto un cartel que avisa de que algo especial se está cociendo en la sala de La Latina.
La clave de esta pregunta la tiene todo aquel que haya tenido la suerte de crecer con una hermana. Y no vale hermanos. Ni el clásico dueto chico-chica. No. Esta obra sólo llega al alma cuando te identificas en primera persona con la situación de dos hermanas que se reencuentran desde el rencor y sufren un doloroso proceso de intercambio de reproches sobre todo lo que sus almas han estado acumulando a lo largo de su vida. Cliché.
Sí, Hermanas es simplemente una irracional y desbordante discusión de una hora y media construida desde un texto extremadamente intenso de principio a fin. Un clamor filosófico y contestatario que no roza lo poético y existencial, sino que lo acaricia y luego lo manosea hasta dejarlo viciado. Cliché.
Así, la clave para entender la obra es que ésta no es una discusión cualquiera. Es un enfrentamiento abierto entre dos seres iguales que se aman y odian al mismo tiempo. Un descuartizamiento sanguinario que tiene como fin último buscar aquello que se ha perdido o que nunca se ha tenido. Dos hermanas que quieren quererse, pero su irracionalidad las lleva a querer destrozarse.
“¿Pueden unas hermanas desearse mutuamente la muerte? Sí, somos ese tipo de hermanas”, implora una de ellas mientras sillas de colores son lanzadas por los aires. Cliché. “Esa forma de decir te quiero, aunque te odie con todas mis fuerzas”. Cliché.
Las actrices ensayaron sólo 10 días antes de la función, con estreno nacional el pasado 14 de diciembre en Sevilla, poniéndose así al límite de sus propios nervios, sin espacio para la equivocación, con un gran paréntesis para explotar el diálogo desde su experiencia, su dolor, sus propios clichés.
Y, como sólo podría pasar entre hermanas, ambas muchachas se reencuentran a sí mismas en algún momento: “Si hay una lengua madre, también ha de haber una lengua hermana. Y para eso he venido, para hablar tu lenguaje”. Acto seguido vuelven a odiarse. Cliché. Amor y odio. Envidia. Desencuentros. Una historia común y un vínculo indestructible.
“La vida no es aceptar que tus seres queridos te vuelvan loco”, grita Escolar. “Al entrar he venido a morir una vez más”. De nuevo una escena incandescente, puesta al límite. Llena de temeridad y de una exquisita tensión que calentó el teatro el día del estreno y las manos de un público exultante que encontró en Lennie y Escolar la ‘historia cliché’ con la que muchos, todos o algunos se sintieron identificados.
Una obra hecha a la medida de las hermanas guapas y feas, las que se quieren o se odian, las que saben que no podrían vivir sin la otra. Ni deberían. Un canto libre para dedicar a todas y cada una de las hermanas que día a día siguen buscándose a través de clichés para reencontrarse también consigo mismas.