Hasta el 1 de septiembre, el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC, Barcelona), en colaboración con el Centre Pompidou-Metz y el Musée d’Arts de Nantes, presenta su obra por primera vez en España en una antológica que reúne, bajo el título Suzanne Valadon, una epopeya moderna, 109 obras: óleos sobre tela y cartón, dibujos y grabados, esculturas en yeso y bronce, así como otro material documental que permite tener una visión contextualizada de la trayectoria de una artista que tuvo un papel relevante en el París de las vanguardias.
Esta visión se complementa con obras de artistas coetáneos, franceses y españoles, como Matisse, Toulouse-Lautrec, Degas, Ramon Casas o Santiago Rusiñol, que Valadon trató y que dan buena idea de la riqueza del ambiente artístico de la época, al mismo tiempo que se explican las múltiples interacciones que se producen en los ambientes de vanguardia y, sobre todo, de la conquista social del estatuto de artista por parte de una mujer.
Valadon, artista autodidacta, llegó con quince años a Montmartre, cuando este espacio emergía como un referente de la modernidad, y se formó viendo de cerca como trabajaban algunos de los creadores más eminentes de su tiempo, como Toulouse-Lautrec o Renoir, entre muchos otros, para los que trabajó como modelo.
La muestra de Barcelona cuenta con una distribución y una museografía propias, distintas a la de sus anteriores etapas en Metz y Nantes, así como con un catálogo que incide especialmente en explicar la vinculación de Valadon con la potente y rica colonia de artistas catalanes de Montmartre a finales del siglo XIX, como los ya mencionados Rusiñol y Casas, o Miquel Utrillo, que fue su pareja y que asumió la paternidad del hijo de ésta, el futuro pintor Maurice Utrillo.
Una verdadera epopeya
Una epopeya era, en la antigüedad, un poema largo que explicaba la historia de un personaje, repleta de dificultades, hasta conseguir el éxito. Este es el caso de Marie-Clémentine Valadon, nacida en un entorno familiar de clase baja y que constituyó un caso excepcional de emancipación artística. Se convirtió en una modelo célebre, retratada por los mejores artistas de su tiempo. Autodidacta, en paralelo aprendió de todos estos creadores hasta convertirse en artista, con el nombre de Suzanne.
Su carrera se prolongó entre finales del siglo XIX hasta poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Fue, con toda probabilidad, la primera artista en representar un desnudo masculino, hito que muestra una personalidad muy definida. El retrato y el desnudo, especialmente femenino, se convertirán en el centro de gravedad de su obra, y también las creaciones que le otorgarán prestigio.
A pesar de que se le ha intentado adscribir a diversos movimientos, la suya es una obra totalmente singular, donde conviven influencias explícitas de otros artistas con unos códigos pictóricos tan personales como identificables, prerrogativa de gran artista. Esta exposición narra la epopeya de la modelo que se afanó por ser artista, y que lo consiguió en un entorno totalmente masculino, y en el contexto más difícil, el cosmopolita Montmartre de los pioneros de la modernidad.