Es La casa de Bernarda Alba, el drama que Federico García Lorca escribió en 1936 y cuya adaptación podemos ver en Madrid hasta el 31 de marzo de la mano de Alfredo Sanzol. Una apuesta en la que el director de Escena y del Centro Dramático Nacional intenta conectar con la realidad actual respetando la obra de Lorca y fusionando el repicar de las campanas con la música techno.
Muerte y sexo
Y si las campanas huelen a muerte, la del padre, que es como se inicia el drama, del techno emana la primera de las distintas representaciones de los impulsos sexuales de la menor de las hijas, Adela, condenada junto a sus cuatro hermanas a ocho años de luto por la muerte del progenitor. Al frente de la casa, Bernarda, la madre, víctima y verdugo. Víctima porque ella misma sufrió la opresión a la que condenará a sus propias hijas y todo por el qué dirán, un qué dirán del que, por otro lado, dependerá su sustento.
Más lista que el hambre, Bernarda ve cuando quiere ver y niega la mayor cuando le conviene, cegando con su brazo ejecutor a todo el que atisbe a vislumbrar lo que sucede dentro de sus cuatro paredes. Ampara su tiranía en un supuesto deber, en una protección paranoica por la que es capaz de matar en vida a sus hijas, al igual que hicieron con ella. Pero las pasiones humanas no entienden de normas y tradiciones y encuentran siempre un resquicio por el que aflorar.
Asfixia y opresión
El espacio en el que transcurre la obra es frío y luminoso, minimalista, apenas unas sillas, una mesa y unos pocos objetos. Se consigue así desubicar al espectador, tomar cierta distancia de la obra original, y crear la tensión asfixiante del día a día de esta madre y sus hijas, acompañadas por dos sirvientas y por María Josefa, la madre de Bernarda.
María Josefa vive encerrada en su cuarto y es otra víctima de esa España machista y rancia contra la que se rebela en su locura, haciendo gala de un desnudo en el que la crudeza de unas carnes marcadas por el paso del tiempo provocan al espectador, sacándole de su zona de confort para reaccionar ante las injusticias que presencia. La injusticia del encierro de esta entrañable y “loca” mujer y la injusticia de unas carnes más jóvenes, las de las hijas, que se marchitarán por el encierro sin tener la oportunidad de vivir y gozar de su sexualidad.
Envidia y celos
La historia de esta obra es bien conocida. A la hija mayor, fruto del primer matrimonio de Bernarda, la pretende un joven, Pepe el Romano. Sin embargo, lejos de haber amor, lo que trasluce es la herencia de la muchacha. Esto despierta la envidia y los celos del resto de las hermanas dando lugar a una tensión creciente e imposible de mitigar.
En el caso de Adela, el sentimiento va más allá y no duda en interponerse y entregarse al joven pretendiente de su hermana. La crudeza de los diálogos mueven incluso a la risa nerviosa cuando la criada intenta, por ejemplo, hacer entrar en razón a Adela, alegando que su hermana, ya caduca y estrecha de caderas, no sobrevivirá al primer parto y entonces Pepe el Romano será para ella.
Una apuesta por el clásico que no deja indiferente y cuyas actrices, entre las cuales destacan Ana Wagener (Bernarda), Claudia Galán (Adela), Ane Gabarain (La Poncia) o Patricia López Arnaiz (Angustias), consiguen transmitir al espectador toda la tensión dramática de la obra de Lorca traída a la actualidad.
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Ficha técnica
Texto: Federico García Lorca
Dirección: Alfredo Sanzol
Reparto: Ester Bellver (María Josefa), Eva Carrera (Amelia), Ana Cerdeiriña (Mujer 2), Ane Gabarain (La Poncia), Claudia Galán (Adela), Belén Landaluce (Magdalena), Patricia López Arnaiz (Angustias), Chupi Llorente (Mujer 1), Lola Manzano (Mujer 3), Inma Nieto (Criada), Celia Parrilla (Mujer 4), Sara Robisco (Martirio), Isabel Rodes (Prudencia/Mendiga), Ana Wagener (Bernarda) y Paula Womez (Muchacha)
Voces actores: Elías González, Javier Lago, Jaime López, Daniel Llull, Carlos Serrano y Jaime Soler
Escenografía: Blanca Añón
Iluminación: Pedro Yagüe
Vestuario: Vanessa Actif
Música: Fernando Velázquez
Sonido: Sandra Vicente y Pilar Calvo
Movimiento: Amaya Galeote
Caracterización: Chema Noci
Ayudante de dirección: Beatriz Jaén
Ayudante de escenografía: Cristina Hermida
Ayudante de iluminación: Eduardo Berja
Ayudante de vestuario: Sandra Espinosa
Ayudante de movimiento: José Luis Sendarrubias
Realización de escenografía: Espacio Odeón, Gerriets, VNG led y Moquetas Roldán
Telón de encaje: Sfumato
Fotografía y tráiler: Bárbara Sánchez Palomero
Diseño de cartel: Equipo SOPA
Producción: Centro Dramático Nacional
Agradecimientos: Campaneros (Asociación de Campaneros de Madrid): Luis Baldo y Álvaro Bonet