En 1975, Georges Perec se propuso agotar, a lo largo de nueve sesiones, una plaza de París. Línea a línea, enumerando autobuses, colores, trayectorias, palomas, vestimentas o meteoros, el escritor disolvía las convenciones que encierran nuestra comprensión del lugar para hacer emerger la vibración de una espacialidad singular. Pocos años después, Samuel Beckett definía minuciosamente las trayectorias posibles para agotar un cuadrado de seis pasos de lado en Quad. Con cada variación, realizada por uno, dos, tres y cuatro cuerpos, desaparecía progresivamente la extensión del cuadrado e irrumpía el espacio.
Impulsada por el grupo REAR, esta serie de tentativas desplegadas en Tabacalera busca agotar su realidad inmediata para hacer presente el espacio-tiempo plural que resguarda y convoca su arquitectura, el movimiento que sobrevive en su aparente silencio en el día a día de la ciudad. El eje principal de la muestra lo forma una serie de piezas realizadas específicamente para Tabacalera, diferentes aproximaciones y lenguajes artísticos que componen un ejercicio de escucha espacial múltiple y atenta.
Sébastien Remy establece un puente físico y temporal con la memoria de la fábrica y sus trabajadores generando un nuevo espacio de representación que, como un extraño espejo, convoca la multitud de sus ecos alrededor del visitante. Con una minuciosidad pareja, Irma Álvarez-Laviada se apropia de las técnicas y discursos de la restauración para intervenir los muros originales del edificio e inquietar nuestra confortable relación con lo visible y lo invisible. Rodríguez–Méndez se apropia del espacio de Tabacalera estableciendo una conexión con su propio taller para adentrarse en la superficie de los materiales que allí encuentra con una geometría operativa alejada de la abstracción como única arma.
Por su parte, FOD se encarga de agitar la percepción espacial del visitante desde el mismo hall de entrada de la exposición, donde, mediante un dibujo escultórico, produce un doble invertido de la cúpula que cubre este paso. En un diálogo crítico con las pinturas de inspiración colonial presentes en el Palacio de Schönbrunn de Viena, Belén Rodríguez viste las formas arquitectónicas de Tabacalera con un mural pictórico expresión de la tensión nunca resuelta del espacio en blanco. Patricia Esquivias traslada una serie de relieves de mujeres de la burguesía madrileña al espacio de Tabacalera, poniendo de manifiesto la falta de representación de las trabajadoras que ocuparon anteriormente el espacio. Miguel Ángel Delgado, en su ejercicio de expansión del espacio expositivo mediante la apertura de puertas espacio temporales hacia las partes del edificio inaccesibles para el visitante, hace aparecer una Tabacalera de límites imposibles y dimensiones inconmensurables. Por último, Nicolás Combarro convoca nuevos equilibrios y relaciones espaciales capaces de trastornar el orden y estabilidad de su arquitectura a través de una serie de intervenciones en las plantas superiores del edificio que traslada a la muestra a través de piezas fotográficas.
A las intervenciones de los artistas se suman, desde la palabra, otros ejercicios de agotamiento espacial: en el diálogo entablado con los autores por parte de Lucía Jalón y volcado en un mapa del espacio conjurado por sus tentativas, en las veintinueve notas y un poema ofrecidas por Alberto Ruiz de Samaniego y en la invitación de Érika Goyarrola a mirar la grieta abierta por las estrategias de exploración espacial empleadas por el arte del último siglo.
La exposición se completa con una serie de encuentros y conferencias vinculadas con las intervenciones, un programa de actividades paralelas realizadas por el equipo educativo de Tabacalera y una programación específica de cine experimental coordinada por Luis E. Parés.
- Hoja de sala [1]