La ópera estará en el teatro hasta el 19 de noviembre con una nueva versión dramatúrgica y escénica de Peter Sellars, y bajo la dirección musical de Theodor Currentzis. Se trata de una coproducción del Real junto con la Ópera de Perm que será grabada en DVD para ser distribuida a televisiones de todo el mundo. Además, la última función se retransmitirá en directo a través del Palco Digital [1].
La flexibilidad de las semióperas del siglo XVII (alternaban escenas habladas, cantadas e instrumentales, por ejemplo) es, en cierto modo, la responsable de que ahora nos llegue esta nueva versión de The Indian Queen. Igual que en su momento el hermano de Purcell editó una versión póstuma «completa» añadiéndole piezas sueltas del autor y una mascarada propia al final, ahora, Peter Sellars y Theodor Currentzis crean un espectáculo con nueva dramaturgia, nuevo libreto y cambios en las piezas musicales.
La nueva versión incluye canciones e himnos compuestos por Purcell en otras épocas y un texto extraído de la novela La niña blanca y los pájaros sin pies, de la escritora nicaragüense Rosario Aguilar (1938), en la que se aborda el papel de las mujeres en las conquistas. Así, las referencias al teatro antiguo «crean un efecto abrumador desde el punto de vista emocional al combinar, precisamente, un poco de todo», afirma Marc de Mauny, director de la Ópera de Perm.
Los orígenes
Mauny no deja de dar las gracias a Gerard Mortier por haber tenido el instinto de unir a Currentzis y a Sellars ya en 2012 y que ahora vuelvan a colaborar en esta nueva producción. «Realmente me quedé asombrado por la buena química que tienen. Se ve que los dos se preocupan mucho por el trabajo bien hecho. Sellars lleva soñando 25 años con hacer esta ópera y por fin ha podido realizarla, así que gracias, señor Mortier».
Contextuazar el momento que vivía la música y el teatro en la Inglaterra en la que Purcell compuso esta obra resulta de relevancia máxima. «The Indian Queen fue compuesta antes de que hubiera nada parecido a la ópera y por eso es algo más. En ella está viva la alquimia de la ópera. Describe un mundo en el que no existe una correlación entre los personajes. Es un universo multidisciplinar en el que existen muchos niveles de comprensión», matiza el director escénico. «Además, con él, con Purcell, es como ir de la oscuridad hacia la luz», añade.
El ingenio de Purcell
Después de la muerte de Shakespeare se prohíbe la música en los teatros y en las iglesias para volver justo en el momento en que el compositor británico ocupa el cargo de organista de la Abadía de Westminster. «Tiene una imaginación tal que le permite tocar música sacra sin haberla escuchado nunca y precisamente para esta ópera hemos usado un salmo que escribió a los 18 años llamado Que suene la trompeta, que curiosamente no tiene trompeta y es el coro quien la hace».
La apertura de los teatros significó que la gente se moría por ver cosas que no fueran de Inglaterra. «Después de haber estado tan encerrados, querían obras llegadas de cualquier sitio. Por entonces fue cuando el dramaturgo y poeta John Dryden escribió esta obra en la que los indios luchan contra los aztecas. Es algo que no tienen ningún sentido, pero que es interesante, divertido y, sobre todo, no es inglés», continúa.
Además, Purcell escribió cientos de obras para teatro en las que hay decenas y decenas de rituales, en parte algo normal por este ansia por conocer otras espiritualidades, pero también muy atrevido por su parte. «Eso le da mucho poder. Como Shakespeare o Bach, Purcell es cristiano pero alejado del dogma», puntualiza Sellars.
Purcell muere sin haber acabado esta ópera a los 36 años de edad. La leyenda cuenta que lo encontraron congelado a la puerta de su casa porque su mujer se negó a abrirle. Su música se impregna de oscuridad, de esta sensación de «cuanto más te amé, peor me trataste», y así lo refleja, por ejemplo, en el salmo escogido por Curretzis y Sellars para esta ópera: «No hay nada, no hay nada, no hay nada, no hay nada en lo que pueda confiar». Poco a poco, esta oscuridad conduce al color, a la luz.
«En las conquistas un parte importante de la gente muere por la violencia, pero en realidad muere mucha más gente de pena. Esa pena está presente en la música de Purcell», finaliza Sellars.
Gronk
La escenografía de The Indian Queen ha sido ideada por Gronk (Los Ángeles, 1957), un polifacético artista y performer que ya realizó los murales de la ópera Ainadamar presentada en el Real en 2012.
Con raíces mexicanas, Gronk toma su nombre de una tribu brasileña que aparece en el National Geographic mientras su madre preparaba su nacimiento. Su verdadero nombre es Glugio Nicandro. Fue uno de los fundadores del colectivo ASCO, un grupo de artistas callejeros nacido en los 80.
Sellars le pidió que investigara todo lo relativo a la colonización de América. Hablaron durante mucho tiempo sobre el tema, compartieron libros, documentos… Con todas las ideas que extrajo, Gronk realizó una serie de bocetos y pruebas que reunió en una exposición en la que Sellars pudo apreciar cuales eran los elementos que quería para su escenografía. Algunos de estos estarán a disposición del público expuestos en una de las salas del Teatro Real a partir del 5 de noviembre.
El árbol del mundo, un tanque inspirado en los vehículos todoterreno de asalto usados en Guatemala, banderolas, un monolito al estilo Piedra Rosetta y una pirámide maya son algunos de los elementos, con fuerte colorido, que el público podrá contemplar en la ópera The Indian Queen.