El gallego enlaza la fotografía con la literatura de Cortázar y su relato Ventanas a lo insólito, en Papeles inesperados (1976). En palabras del fotógrafo, «la regla del juego es la espontaneidad, y por eso las fotos que más admiro son técnicamente malas, ya que no hay tiempo que perder cuando lo extraño asoma en un cruce de calles, en un juego de nubes o en una puerta entornada. Lo insólito no se inventa, a lo sumo se favorece, y en ese plano la fotografía no se diferencia en nada de la literatura y del amor, zonas de elección de lo excepcional y lo privilegiado».
La comisaria Asunta Rodríguez define la exposición como «un conjunto de pinceladas, un repaso en forma de mosaico por algunas de las imágenes con las que el artista ferrolano viaja hacia ese lugar llamado interior y ante las que nos pide que imaginemos las historias posibles de cada una de ellas para, así, sentirlas como propias. Es una muestra concebida para generar una atmósfera, un clima brumoso. Pretende ser una ventana abierta a lo extraordinario que se encuentra, si uno sabe mirar, en lo cotidiano que nos rodea demostrando que el paraíso no está lejos si nos atrevemos a soñar».
Estamos ante uno de los artistas gallegos con mayor proyección internacional. Su obra fotográfica posee unas características estilísticas bien definidas. Autodidacta, nace en Ferrol en 1953, con 15 años su padre le regala una Voightlander manual para que le fotografíe sus piezas escultóricas. Más tarde utiliza la fotografía como chuleta para los ejercicios de dibujo en sus estudios de Arquitectura Técnica, que nunca llega a terminar. Ahora no puede vivir sin la fotografía, le interesa de ella conseguir que lo cotidiano resulte extraordinario. Amante de lo intemporal y lo indefinido, aprende a crear efectos de los defectos, no busca modas ni tendencias. Opina que en el mundo de hoy falta poesía y que la búsqueda de la felicidad es más la búsqueda de la belleza que del dinero. Cree que el azar es más emocionante que la certeza.
Ventanas a lo insólito
Vari Caramés [1] enlaza su fotografía con la sensibilidad literaria de Cortázar a través de este fragmento de Ventanas a lo insólito, de ahí el título de la exposición. Sus fotografías exponen su característico estilo a través de las veladuras. Una cuidada selección que recoge lo «insólito».
«No me atraen demasiado las fotos en las que el elemento insólito se muestra por obra de la composición, del contraste de heterogeneidades, del artificio en último término. Si lo insólito sorprende, también él tiene que ser sorprendido por quien lo fija en una instantánea. La regla del juego es la espontaneidad, y por eso las fotos que más admiro son técnicamente malas, ya que no hay tiempo que perder cuando lo extraño asoma en un cruce de calles, en un juego de nubes o en una puerta entornada. Lo insólito no se inventa, a lo sumo se favorece, y en ese plano la fotografía no se diferencia en nada de la literatura y del amor, zonas de elección de lo excepcional y lo privilegiado.
Como en la vida, lo insólito puede darse sin nada que lo destaque violentamente de lo habitual. Sabemos de esos momentos en que algo nos descoloca o se descoloca, ya sea el tradicional sentimiento deja vù o ese instantáneo deslizarse que se opera por fuera o por dentro de nosotros y que de alguna manera nos pone en el clima de una foto movida, allí donde una mano sale levemente de sí misma para acariciar una zona donde a su vez un vaso resbala como una bailarina para ocupar otra región del aire».
Julio Cortázar, Ventanas a lo insólito (París, 1976), en Papeles inesperados (Madrid, Alfaguara, 2009).