La práctica artística de Suter siempre se ha mantenido cercana a la escena artística de Basilea, ciudad donde vivió entre 1962 y 1982, en cuya Escuela de Arte se formó y donde realizó sus primeras obras a finales de la década de 1960.
En 1982 estableció su residencia en plena selva guatemalteca, en un estudio situado en el pueblo de Panajachel, sobre el terreno de una antigua plantación cafetera junto al lago Atitlán. En este ambiente, su trabajo va evolucionando hacia un intercambio cada vez más estrecho con el entorno natural, plasmado en lienzos coloristas, en profunda continuidad con el paisaje tropical de los alrededores de su estudio.
Naturaleza
Suter se aproxima a la pintura abstracta y la improvisación artística desde los elementos naturales que la rodean: lienzos sin bastidor –más bien sábanas– con referencias pictóricas a formas naturales como copas de árboles, cimas volcánicas o superficies acuosas.
Esta relación con la naturaleza se vuelve más orgánica y procesual tras las fuertes tormentas tropicales Stan (2005) y Agatha (2010): su estudio se inunda y muchos de sus lienzos quedan parcialmente anegados en fango, generando series pictóricas terminadas por el carácter azaroso de los fenómenos naturales. A partir de ese momento, la naturaleza intervendrá casi como coautora de sus obras, que transitan entre la introspección del interior de su estudio y el exterior, donde se impregnan del viento, la lluvia, el barro e incluso de pequeños organismos del entorno.
En sus creaciones hay también un vínculo entre dos culturas. Sus telas son el resultado de un mestizaje entre el mundo occidental y el contexto guatemalteco: técnicas, miradas y formas de pensamiento que se entremezclan sobre los lienzos, la pintura y la naturaleza. Más allá de la figura del artista extranjero seducido por el exotismo, Suter es una forastera que crea un nuevo vínculo con su entorno.
La instalación del Palacio de Velázquez ha sido concebida por la propia artista teniendo en cuenta las características arquitectónicas de este edificio. La idea es, según Suter, construir una ruta museográfica donde las telas compongan un sitio habitable que envuelva a quienes visiten la exposición.
Al instalar sus pinturas en la nave central, Suter ha creado un entorno surreal y envolvente, donde los elementos arquitectónicos se activan por medio de una instalación que simultáneamente resalta u oculta los componentes del espacio del Palacio.
Así, la artista presenta sus lienzos, la mayoría sin bastidor, ocupando las paredes, distribuidos en el suelo o suspendidos libremente en estructuras de madera, como formando una gran escultura textil, en una relación inmediata con el espacio arquitectónico y natural.
Escultura textil
Si bien cada pintura se ha concebido y creado individualmente y mantiene su propia autonomía como obra de arte, también permanece en estrecha conexión con el resto de las piezas, en una suerte de ecosistema evocador de experiencias climáticas, sensoriales y emotivas, al tiempo que remiten al lugar en que fueron creadas.
En muchos de los lienzos pueden verse las marcas de los elementos naturales que han participado en su concepción: huellas de sus perros, hojas de árboles, restos de agua y barro o restos orgánicos de madera. En este sentido, en la nave derecha del Palacio, Suter ha colocado en el suelo algunas obras, junto a otras colgadas de cables, que contienen gran cantidad de materia.
Aunque la exposición no sigue un orden cronológico, no pone fecha ni título a las obras, Suter ha dispuesto en el ala izquierda del Palacio las pinturas más antiguas, de principios de los 80, hechas sobre papel, abigarradas de pintura, totalmente diferentes y que contrastan con el resto de las obras.
– Hoja de sala de Vivian Suter. [1]
Perderse entre las telas
Durante su infancia bonaerense, Suter solía jugar a esconderse entre las telas de la fábrica familiar, la Estampería Belgrano. En la exposición que el Museo Reina Sofía presenta en el Palacio de Velázquez sucede un juego similar que invita a perderse entre sus obras, colores y texturas, que cuelgan en el interior de este edificio con bóvedas de hierro y cristal.
La inmersión en una atmósfera es una constante de Suter que queda reflejada en el documental Vivian’s Garden [El jardín de Vivian], realizado por Rosalind Nashashibi en 2017, donde la artista aparece deambulando por la densa vegetación de su refugio en Panajachel; se pierde en el verde de los árboles, la luz tropical, el tiempo suspendido y el paisaje emocional.