La trayectoria de Weegee parece escindida en dos partes. Por un lado, los sucesos –cadáveres, incendios, detenidos en furgones policiales, etc.– que fotografió para la prensa neoyorquina entre 1935 y 1945, y que le hicieron muy popular; por el otro, las fotocaricaturas de personalidades públicas que desarrolló en su época de Hollywood, entre 1948 y 1951, y que siguió practicando hasta el final de su vida. ¿Cómo pueden coexistir dos corpus tan diametralmente opuestos en una misma obra?

Los estudiosos han sido muy aficionados a recalcar la oposición entre estos dos períodos, ensalzando el primero y detestando el segundo. Esta muestra, comisariada por Clément Chéroux, director de la Fondation Henri Cartier-Bresson, aspira a reconciliar los dos Weegee, haciendo ver que, más allá de las diferencias estilísticas y temáticas, su planteamiento se basaba en una profunda coherencia que enlaza ambas etapas.

Si bien pasó toda una década fotografiando cada noche sucesos escabrosos y violentos, en muchos casos lo hizo con una gran ironía y mostrando cuánto de «espectáculo» tenían esos eventos. Sus imágenes se reproducían en los tabloides y con frecuencia Weegee introducía espectadores u otros fotógrafos tanto en primer plano como al fondo de sus composiciones. Individuos que se quedaban mirando un atropello o un asesinato.

De forma coherente, en la segunda parte de su carrera se burló de lo espectacular hollywoodiense. De la fama efímera, de las multitudes que adulaban a los famosos y de su entorno, banal y mundano. Este tipo de imágenes, de carácter irónico y satírico, eran manipuladas por el propio Weegee en el laboratorio, adelantando las teorías de la Internacional Situacionista y la crítica a la sociedad del espectáculo y su mercantilización, siempre en consonancia con las ideas políticas del propio artista.

Esta exposición ha sido organizada por la Fondation Henri Cartier-Bresson en colaboración con Fundación MAPFRE.


No se pierda las otras dos exposiciones que se están celebrando en estos momentos en la sede madrileña de Fundación MAPFRE:

31 mujeres. Una exposición de Peggy Guggenheim

Paul Durand-Ruel y los últimos destellos del impresionismo

Weegee, Ouija

«Me llamo Weegee, que viene de Ouija». El seudónimo Weegee evoca el nombre del tablero con el que se descifran los mensajes del más allá en las sesiones de espiritismo: la güija. No tenía reparos en describirse como un fotógrafo médium, capaz de adivinar con antelación dónde y cuándo se producirían los sucesos. Aseguraba fotografiar in situ con su «tercer ojo». Mirón o vidente, si algo vio mejor que nadie fue la transformación de la sociedad estadounidense.