Pablo Picasso aparece representado en un primer sueño del 22 de enero de 1962, en el que Fellini y su esposa Giuletta Masina visitan la casa de Picasso, se reúnen en su cocina donde comparten una confortable escena de amistad. En sus memorias, el director afirma que “estábamos en una cocina, era claramente la cocina de su casa, una enorme cocina repleta de comida, de cuadros, de colores… Hablamos toda la noche”.
Cinco años más tarde, el 18 de enero de 1967, sueña de nuevo con Picasso y anota en su cuaderno: “Toda la noche con Picasso, que me hablaba, me hablaba… Éramos muy amigos, me mostraba un gran cariño, como un hermano mayor, un padre artístico, un colega que me coloca a su altura, alguien de la misma familia, de la misma casta…”.
Hay un nuevo sueño en 1968, que no dibuja pero sí redacta, en relación a una falsa noticia sobre la muerte de Picasso. Finalmente, en julio de 1980, Fellini describe su cuarta y última ensoñación, en la que asegura que éste vuelve a hablarle como un amigo y un maestro: “Sueño con Picasso (un poco más desmejorado, consumido, pero todavía muy vital) que me habla sin parar”.
El mundo de Federico Fellini llega ahora al Museo Picasso Málaga con una selección de dibujos, películas, fotografías y otros documentos del director italiano que, junto a pinturas, esculturas, dibujos y obra gráfica de Pablo Picasso, evidencian sensibilidades comunes a ambos gigantes del siglo XX, abordando dilemas como la sexualidad, la exaltación de la vida, la exuberancia y la metamorfosis, a veces presentada de manera singular.
Para la doctora en Historia del arte y comisaria de esta muestra, Audrey Norcia, tanto Fellini como Picasso nos han dejado una obra colosal y visionaria, por lo que el encuentro propuesto no debe ser entendido como una comparación, sino como un diálogo: “Son estos los elementos que le unen a Picasso, sin duda alguna, aunque estén sumidos en los sueños. Lo mismo que su amor a la vida “.
El recorrido comienza por ese Libro de los sueños para continuar por la via Margutta de Roma, calle en la que ambos viven en distintos momentos de sus vidas que los acercan a la antigüedad clásica, tomando forma sobre imágenes de vestigios griegos y romanos habitados por personajes mitológicos. A continuación, a modo de reflexión sobre la poderosa presencia de las mujeres en la obra de ambos creadores, se inicia un viaje onírico en el que ellas son representadas como figuras divinas, terribles y sublimes, delicadamente sensuales o profundamente carnales, temperamentales o serenas.
Tanto para Fellini como para Picasso, el circo es otro espacio de inspiración común y de interacción con la cultura popular, un universo irreverente en donde la sorpresa, el humor, la mentira y la transformación se personifican en acróbatas, arlequines y pulcinellas.
Para Fellini el cine es un aliado de la pintura, ya que ambos no pueden existir sin la luz: “Para mí el cine es imagen y la luz es su factor fundamental. Lo he dicho muchas veces: en el cine la luz es ideología, sentimiento, color, tono, profundidad, atmósfera, narración”. Así, esta exposición se aproxima también a los procesos creativos de ambos creadores.
Durante toda su vida, Fellini tomó apuntes del mundo que le rodeaba a través de dibujos grotescos, a los que añadía algún comentario y, aunque durante su juventud se ganó la vida como ilustrador y caricaturista, el cine acabaría siendo su técnica de expresión artística.
El cine como pintura
Fellini dirigió películas desde 1950 hasta 1990, si bien sus mayores éxitos como cineasta corresponden a los años 60 y primeros 70. Sus cintas recibieron toda clase de premios internacionales, como la Palma de Oro en el Festival de Cannes por La dolce vita (1960), con la cual obtuvo un importante éxito y supuso el inicio de su colaboración con el actor Marcello Mastroianni. Ocho y medio (1963) marca el comienzo de la segunda etapa del cine felliniano, de exuberante fantasía y con un humor de rasgos surrealistas. Giulietta de los espíritus (1965) originó cierta polémica, que se repetiría en otras películas, por el impúdico erotismo que la atraviesa y por la ironía con que se trata a sí mismo y a la sociedad italiana. Ya en los años 70 y 80, películas como Roma, La ciudad de las mujeres o Y la nave va marcan la posterior producción de este cineasta, dueño de un universo muy personal y de un estilo extremadamente libre. En 1993, poco antes de su muerte, recibió su quinto Oscar al conjunto de su carrera. El director italiano confesó en varias ocasiones su anhelo de que el cine fuera a su manera una pintura, y de hecho sus películas están compuestas de episodios que pueden calificarse de pictóricos.
Por otro lado, el cine formó parte de la vida de Picasso, y parece indiscutible que influyó en su pintura. París es la ciudad en donde nació la experiencia moderna de ir al cine y no hay duda de que las películas cambiaron el rumbo del arte y el de la historia. A partir de 1909 Picasso frecuentó las salas de cine: la descomposición del movimiento, los efectos de velocidad y la distorsión de las imágenes en pantalla seguramente coincidían con sus preocupaciones plásticas de aquel periodo. Será en el sur de Francia y ya en 1950 cuando Picasso experimenta con el cine dirigiendo junto a Frédéric Rossif la película La mort de Charlotte Corday en la que utilizó cerámicas, esculturas y dibujó sobre los propios actores, cinta que nunca llegó a comercializarse aunque sí fue exhibida en el Festival de Antibes.
En 1951, Robert Picault filmó La corrida de Picasso, para la que el maestro preparó una pequeña escenografía en cartón de una plaza de toros y sus personajes. Picasso también acudió al Festival de Cine de Cannes, en donde en el año 1955 Luciano Emmer presentó Picasso, y en donde un año más tarde, H.G. Clouzot recibió el premio especial del jurado por Le Mystère Picasso, la película que puso al alcance de los espectadores la posibilidad de contemplar la técnica y el modo de trabajar del artista. Rodada en el estudio del pintor malagueño mediante novedosas técnicas cinematográficas, muestra pincelada a pincelada el nacimiento de una obra de arte. Picasso también asistió al festival cuando Fellini presentó su película Las noches de Caribia (1957), por cuya actuación su esposa Giulietta Masina recogió el premio a la mejor actriz, y ambos coinciden de nuevo en 1961.
Sala de cine
Con ocasión de esta exposición, se ha creado una sala de cine en donde se muestra un filme de 22 minutos que el cineasta Isaki Lacuesta ha realizado insertando fragmentos de películas de Fellini. El guión de Lacuesta, cuya obra abarca tanto el documental como la ficción, está narrado con la voz en off de la actriz española Emma Suárez.
Por otra parte, en la misma entrada a la muestra, los visitantes encontrarán una hoja de sala ilustrada por el artista Curro González, que podrán llevarse consigo. En el anverso, a modo de pequeño cartel de cine felliniano, un dibujo muestra personajes, escenarios y elementos en los que coexisten ambos artistas; mientras que en el reverso se reproducen los textos introductorios de las diversas secciones de esta exposición.
En relación a Y Fellini soñó con Picasso se ha editado una publicación en dos partes. La primera contiene dos textos del propio Fellini; un texto introductorio de El libro de los sueños, que realizó el biógrafo del cineasta, Tulllio Kezich; un ensayo de la comisaria Audrey Norcia; otro ensayo del director artístico del Museo Picasso Málaga, José Lebrero Stals; así como una selección de frases e imágenes del genial director italiano. Un segundo tomo, ampliación del primero, contendrá ensayos de especialistas como Jean-Max Méjean, crítico cinematográfico.
Esta exposición cuenta con la colaboración de la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte.