El Museo de Culturas del Mundo, que abrirá sus puertas al público el sábado 7 de febrero, nace como una plataforma de difusión y conocimiento de la creación artística de culturas de Asia, África, América y Oceanía que dará visibilidad al patrimonio que Barcelona y sus coleccionistas han reunido desde finales de los años cuarenta: un testimonio de la relación del hombre con el universo, sus creencias y sus rituales.
El nuevo centro presenta una parte muy importante del préstamo en comodato durante veinte años al Ayuntamiento de Barcelona de una parte considerable de la colección de la Fundación Folch, creada por el empresario Albert Folch y dirigida en la actualidad por su hija Stela: cerca de 2.400 objetos de arte de África, Asia, América y Oceanía que se complementan con fondos del Museo Etnológico de Barcelona y de destacadas colecciones privadas, como la Fundación Arqueológica Clos y la Colección Arqueológica Duran Vall-llosera.
Belleza y variedad
Una figura antropomorfa de latón, del pueblo edo del Reino de Benín; un reimiro de la cultura rapa nui de la Isla de Pascua, de madera tallada y obsidiana negra; una figura funeraria tau tau, de madera, algodón, conchas y pelo, de las Islas Célebes, en Indonesia; una cabeza de piedra que representa un Bodhisattva, de la antigua región de Gandhara, Afganistán-Pakistán, y un vaso de cerámica policromada de la cultura mochica, son algunas de las piezas de belleza excepcional que se muestran en el Museo.
Hablan de culturas y civilizaciones antiguas y permiten introducirse en un mundo de creencias y rituales. Además llevan al visitante a interrogarse sobre la creatividad de los hombres y su capacidad para inventar mitos que expliquen el misterio de la vida. Son, en definitiva, una invitación a la comprensión, a la tolerancia, al reconocimiento de la diversidad cultural y al entendimiento entre los pueblos.
Con esta doble finalidad, artística y social, cultural y educativa, nace el nuevo Museo. El contraste con el entorno gótico de los edificios que albergan las piezas es un atractivo de la visita y tiene un significado simbólico: de reconocimiento, fascinación y acercamiento.
De Benín a Costa Rica
La exposición permanente se inicia en África con el arte del antiguo reino de Benín y la cultura de los fang de Guinea Ecuatorial. También dedica atención a las culturas de África occidental y central: figuras ceremoniales, máscaras, figuras relicario destinadas al culto de las divinidades tutelares, a los rituales de la fertilidad y a la protección de los espíritus. Recoge obras de los pueblos dogón, yoruba, senufo, baulé, bembe, songye, bamanay pende, entre otros. El recorrido se cierra en Etiopía, una de las cunas culturales del continente, con las sorprendentes manifestaciones de arte cristiano.
La primera planta está dedicada a las piezas de Oceanía y Asia. Empieza con las artes de Nueva Guinea. Uno de sus ejes principales es la Casa de los Hombres, del área del río Sepik. También se muestran las ceremonias de iniciación de los abelam, las ceremonias funerarias de los asmat, las máscaras y las antiguas esculturas descubiertas en la región del río Karawari. Las salas de Oceanía se cierran con una breve aproximación a los rituales y la pintura sobre corteza de Australia y a las artes de la Polinesia.
También Asia
El área de Asia se inicia con dos salas dedicadas a las islas Filipinas y a Indonesia. La India, con dos salas más, reúne las representaciones escultóricas de Visnú y Shiva, del siglo V al XVI, esculturas y elementos arquitectónicos de los siglos XVII, XVIII y XIX. Una de sus atracciones es el espacio dedicado al arte indogriego de Gandhara, de una belleza extraordinaria, que ejemplifica la fusión de las formas y la iconografía propias del arte griego clásico con la religión budista, así como la expansión del budismo en Asia central.
El recorrido prosigue con un espacio dedicado al arte del Tíbet, su imaginería y las prácticas religiosas tántricas, y acaba con dos últimas salas destinadas a la expansión del budismo en Tailandia y Birmania. En la segunda planta se encuentran tres salas dedicadas al Japón, China y Corea.
Para acabar, seis salas dedicadas a la América precolombina: desde Mesoamérica, con las figuras funerarias de cerámica procedentes del occidente de México, hasta las cerámicas de la Gran Nicoya y de la vertiente Atlántica, en las Tierras Altas de Costa Rica.
El recorrido se cierra con una aproximación a las artes de las culturas precolombinas del área andina, desde las figuritas femeninas de Valdivia del 3.000-1.500 a. de C. al Imperio Inca.
Otros recursos
Además de las obras originales, la exposición permanente se apoya en un conjunto de recursos museográficos interactivos y audiovisuales basado en el fondo gráfico, fílmico y documental del Museo Etnológico de Barcelona y de la Fundación Folch, que permite profundizar en diferentes aspectos relacionados con las culturas y los paisajes presentes en las salas. Paralelamente a la exposición permanente se organizarán muestras temporales (la primera, dedicada a la escritura) y actividades educativas.
El nuevo museo forma parte de la historia de Barcelona. Es heredero de las colecciones creadas por el Ayuntamiento a lo largo del siglo XX y de la pasión por el coleccionismo. El antropólogo August Panyella, primer director del Museo Etnológico de Barcelona, el coleccionista y empresario Albert Folch y el escultor y antropólogo Eudald Serra son los tres personajes principales de la génesis de la mayor parte de las colecciones que ahora se podrán apreciar en las salas del Museo.
En los años cincuenta, Albert Folch participó en la financiación de numerosas expediciones del Museo Etnológico. Estas expediciones permitían realizar trabajos de campo, recopilar información y documentación gráfica y comprar piezas únicas. Una buena parte de la colección de Folch, casi cuatro mil piezas, fue cedida al Museo. Paralelamente se creó la Fundación Folch, que incrementó sus colecciones con la adquisición de numerosas obras en el mercado del arte internacional y dedicó sus esfuerzos a gestionar sus fondos y promover el estudio y la divulgación de las culturas del mundo.
La complicidad entre August Panyella y Albert Folch encontró su traducción en múltiples viajes y estudios. Por su parte, Eudald Serra tuvo un papel muy importante en el ADLAN como impulsor del arte de vanguardia en los años treinta. Como otros artistas contemporáneos se sintió atraído por el arte no europeo y en 1935 se trasladó a Japón, donde residió durante trece años e inició en Hokkaidouna serie de esculturas de “antropología plástica” que también se incorporaron al museo etnológico.
En la Barcelona medieval
La Casa Nadal es el resultado de la unión de dos edificios del siglo XIV que Jeroni Nadal convirtió en uno solo en 1637. Entre los elementos arquitectónicos destaca una ventana de la planta baja, decorada con los bustos de un hombre y de una mujer, retratos del mercader que adquirió la casa en 1546 y de su esposa. Por su parte, la Casa del Marqués de Llió, en la esquina de la calle Montcada y de la calle Barra de Ferro, se remonta originalmente al siglo XIII. En 1705 fue adquirida por el padre del primer marqués de Llió, de quien toma su nombre.
Los elementos más característicos son el patio central, con la escalera noble, una galería cubierta sostenida por pequeños pilares y las vigas policromadas del siglo XIV. De 1982 a 2008 fue la sede del Museo Textil y de Indumentaria y posteriormente, hasta 2012, del DissenyHub Barcelona (DHUB).