Esta muestra será la primera gran presentación de Carsten Höller en España, pero ésta no es la única razón por la que su universo personal ha sido elegido para inaugurar los espacios del nuevo Centro Botín. La interacción entre sus obras y la ciudad es muy importante por el carácter local y global del Centro y por el interés común en analizar la naturaleza de las emociones del visitante.
Además, la obra de Höller es paralela a los objetivos del Centro Botín, que pretende convertirse en un gran laboratorio de la creatividad y de las emociones, utilizando el arte y la innovación para desarrollar la creatividad de las personas en un proceso en el que las experiencias y las emociones juegan un papel fundamental.
Veinticinco años después
El Centro, que será dirigido por Fátima Sánchez, supondrá el impulso definitivo para el Programa de Artes Plásticas que la Fundación Botín lleva desarrollando desde hace más de 25 años. Un programa cuyos ejes principales ha detallado Todolí.
La formación a través de las becas y los talleres de artes plásticas, la investigación y catalogación del dibujo de los grandes maestros españoles y la divulgación a través de las exposiciones producidas desde la propia Fundación que acoge estos proyectos, conforman esos ejes. Todo ello unido a su propia colección, que reúne la obra de artistas, becarios y directores de taller.
Más espacio, más programa
La Fundación Botín ha contado hasta ahora con la Sala de Exposiciones y con Villa Iris para mostrar todas esas exposiciones. De hecho, Villa Iris se mantendrá vinculada a la formación artística, si bien se ampliarán a dos los talleres que en ella se realizarán al año.
Pero desde el verano de 2014, la Fundación dispondrá ya de 2.500 metros cuadrados en las dos nuevas salas del Centro Botín, lo que permitirá consolidar el programa de Artes Plásticas y ampliar no sólo el número de exposiciones, sino el contenido de las mismas.
Director artístico
Vicente Todolí, quien anunció que en la próxima semana se anunciará el nombre del director artístico del Centro, precisó que en su planta baja siempre habrá una muestra de la colección, que ocupará un espacio flexible que, a lo largo del calendario anual, compartirá con las muestras dedicadas a los becarios y al dibujo.
La exposición de invierno, que también se situará en la planta baja, seguirá la línea de anteriores proyectos de la Fundación, de la que es un ejemplo la actual, El Arte en la época de Altamira, realizada en colaboración con el British Museum.
Planta superior
La planta superior del Centro Botín acogerá la muestra de los dos directores de taller y una exposición con marcada proyección internacional, por la importancia de los artistas o por las instituciones que colaborarán para llevarlas a cabo. Realizada específicamente por la Fundación o en colaboración con importantes instituciones y profesionales, estará ligada al programa, al lugar y acercará a Santander grandes proyectos internacionales.
Además, dentro de estas exposiciones especiales, se iniciará una línea relacionada con el paisaje, poniendo de relieve la íntima relación que el Centro Botín tiene con la Bahía de Santander. Así se presentarán muestras de artistas que utilizan el paisaje como línea discursiva en su trabajo.
Perfil de Carsten Höller
Nacido en Bruselas en 1961, pero de origen alemán, vive y trabaja entre Estocolmo y Ghana. Formado como científico y doctor en Biología por la Universidad de Kiel, con una especialización en estrategias de comunicación entre insectos, Höller empezó a dedicarse al arte a finales de los años 80. Con frecuencia se inspira en la investigación y los experimentos de la historia científica y despliega estos estudios en obras que alteran las sensaciones físicas y psicológicas de la audiencia.
Experimento científico y encuentro sensual a partes iguales, la mayor parte de las veces, las complejas piezas de Höller están dedicadas a su particular obsesión: el análisis químico de la naturaleza de las emociones humanas.
Su trabajo abarca desde lo puramente conceptual hasta lo más preciso de lo arquitectónico. En su obra, Höller crea situaciones que ponen a prueba las teorías del artista sobre la percepción humana y las reacciones fisiológicas con la intención de que los visitantes de la exposición experimenten por sí mismos.
La participación activa del espectador y la relación de lo individual hacia lo colectivo es clave en todas las esculturas de Höller, en los llamados «entornos influyentes», provocando el encuentro frontal con impresiones y sensaciones de carácter físico y perceptual.
En su obra se unen el científico y el artista, sacando a la luz lo que más tienen en común: la motivación por la curiosidad en torno a nuevas experiencias, la satisfacción del descubrimiento y la obsesión por explorar el terreno unifamiliar a través de una coreografiada experimentación.
Höller crea escenarios de experimentación, laboratorios gigantes, situando tanto personas como otros seres uno al lado del otro, donde puede estudiar, modificar e intensificar los instintos y comportamientos. Se comporta más como un científico que como un artista, poniendo la belleza y el gusto en un segundo lugar.
Uno de sus proyectos más conocidos fue realizado para Documenta X en 1997. La instalación A House for Pigs and People combinaba la árida y sistemática aproximación de la investigación científica con toques satíricos dignos de George Orwell y un ambiente de cuento de hadas propio de los hermanos Grimm. Fue instalada en un parque y consistió en un edificio que acogía a una familia de cerdos, incluyendo todo lo necesario para mantenerlos. Fue separada de los visitantes por una larga verja junto a la cual se instaló una plataforma desde la que los visitantes podían observar a los cerdos.
Otro ejemplo de ello, ya en 2006, fue la exposición Test Site en la Tate Modern de Londres, donde Höller invitó al público a descender a velocidad de vértigo por cinco toboganes gigantes instalados en la sala de turbinas, un «parque de atracciones para el cuerpo y la mente», según explicó el propio artista.
En 2011, en el Hamburger Bahnhof, Höller creó Soma, su instalación más compleja y elaborada hasta la fecha. Los protagonistas de la escena incluyeron doce renos, veinticuatro canarios, ocho ratones y dos moscas, cada uno dispuesto para probar un estudio comparativo entre el mundo normal y el mito del reino de ‘soma’, una bebida con propiedades curativas conocidas entre los verdic nómadas del norte de la India en el segundo milenio a.C. que prometía la iluminación y el acceso a la esfera divina.
Se trata de un experimento hipotético, cuya realización no sólo se encuentra dentro de la imaginación de los espectadores. El espectador entra en la obra de arte y se convierte en un observador que participa en el proceso de investigación. Una habitación de hotel instalada sobre un elevador en forma de hongo, sirvió de alojamiento a aquellos visitantes que hicieron la correspondiente reserva previa.
Acostumbrado a instalaciones monumentales, más que un artista visual es un creador de micromundos. La constante interacción entre el trabajo y el público se plasma de diversas maneras. Con el objetivo de analizar la naturaleza de las emociones humanas, el visitante deja de ser un mero espectador. El sujeto-espectador se convierte en objeto-cobaya con el que se juega a la vez que se estimula el juego entre su propio cuerpo físico y su cuerpo social, por lo que sus exposiciones tienen un gran componente lúdico.
Para ello utiliza objetos y otros elementos familiares para convertirles en máquinas de auto-exploración y transformación. Así su trabajo desde principios de 1990 ha abarcado edificios, vehículos, toboganes, juguetes, juegos, animales, espectáculos, conferencias, películas en 3D, luces intermitentes, espejos, etc.