La colaboración entre el BBVA y el MAN se ha plasmado en un contrato de depósito gratuito por cinco años. Así, la obra puede verse en la Sala 31 de la exposición permanente, en la planta segunda, espacio que conecta el final del recorrido de la Edad Moderna y Contemporánea –que culmina con el retrato de Isabel II, fundadora del Museo– con el inicio de la sala dedicada a la historia de la institución.

Para la directora del MAN, Isabel Izquierdo, «el cuadro de Antonio López tiene para el Museo un valor histórico y documental añadido ya que muestra la puerta original de entrada al edificio, flanqueada por las dos esfinges y precedida por la escalera. En origen, en el Palacio de Bibliotecas y Museos, el acceso que proyectó el arquitecto Ruiz de Salces era de menores dimensiones. Así se mantuvo hasta finales de la década de 1970 del siglo XX, momento en el que se amplía la escalera central, utilizándose los vanos existentes a cada lado de la puerta central como nuevas entradas, tal y como se observa en la actualidad».

Esta excepcional tabla, comenzada en 1961 y finalizada en 1962, es la segunda panorámica urbana de López con la ciudad de Madrid como protagonista, un tipo de ‘instantáneas’ que inició a principios de 1960, temática que seguirá cultivando, con variaciones, hasta la actualidad. En el cuadro se aprecian la fachada del museo y el jardín desde la calle Serrano.

Todas las vistas de Madrid de esta época, de conformación similar, comparten dos rasgos característicos: sus grandes dimensiones y el punto de vista alto, que permite una visión dominante sobre la ciudad, destacando su magnificencia. De formato intencionadamente apaisado, quedan bien diferenciadas dos franjas, una superior, reservada al cielo y vacía de otros elementos, y otra inferior, invadida por las estructuras arquitectónicas de la urbe. Según la hora del día, los cielos se tornan rosas, amarillentos o azulados, creando un importante juego de sombras.

Realismo mágico

Hasta 1964, en la producción de Antonio López sigue presente lo que se conoce como realismo mágico, representado en este caso concreto mediante la inclusión de una pareja de enamorados, que, suspendida sobre un árbol, se besa -se trata del propio artista y de su mujer, la también pintora María Moreno (1933-2020)-. Un elemento insólito que se integra en la composición como algo normal y cotidiano, aportando un aire mágico e inquietante a una escena en la que los códigos interior/exterior se intercambian, haciendo convivir lo privado y oculto con lo público y manifiesto.

Estos recursos fueron incorporados a posteriori en el estudio antes de dar por finalizada la obra, al igual que la rama de olivo representada en primer plano, recogida por el artista en Tomelloso, su pueblo natal, que contribuye a reforzar el carácter entrañable e íntimo de la pieza.

Como refiere el propio López, esta obra fue su primer encargo, cuando contaba veinticinco años. Se lo encomendó el Banco de Vizcaya para decorar una de las nuevas sucursales de Madrid, en la Plaza de Felipe II, una petición muy novedosa para una época en la que los encargos solían centrarse en una temática de carácter religioso o bien en retratos para inmortalizar a determinadas personas relevantes; por ello, estos “retratos de Madrid”, como los denominaba el artista, resultan realmente innovadores.

La pieza fue producida en el estudio de su compañera, la artista Esperanza Nuere (1935), que habitaba en el último piso de una vivienda de la calle Serrano; desde allí se contemplaba el Museo Arqueológico, un edificio especialmente significativo, que pintó con muchísima dedicación.

La elaboración de estas vistas era larga y laboriosa, ya que requería luz natural, que cambiaba según la hora del día y la estación del año, por lo que se vio obligado a trabajar en una franja horaria y temporal muy reducida, incluso al atardecer y nevando, protegiéndose del frío con un capote hecho por su mujer, como él mismo ha relatado. Una vez finalizado el cuadro, fue expuesto en la Galería Biosca y después incorporado a los fondos del Banco de Vizcaya, siendo actualmente una de las obras más representativas de la Colección BBVA.

Obra de Antonio López en el MAN. Foto: Ariadna González Uribe.