Vista de Bermeo suma a su valor artístico su gran interés histórico, ya que está considerada la primera obra de la serie de cuadros que representan los puertos de la costa del Cantábrico y la primera vista vasca realizada por el artista madrileño. Nacido el mismo año que Goya, unos desafortunados reveses biográficos provocaron su destierro, primeramente a Puerto Rico y luego a Bilbao, lo que le impidió mantener su destacada posición dentro de la Corte, algo que en cierta medida favoreció el éxito de Goya.
Por entonces, las provincias vascas apenas contaban con una tradición artística, por lo que la presencia de un pintor de su envergadura se debe considerar como un acontecimiento extraordinario y trascendental para su evolución artística. Esta obra se puede considerar como la primera imagen moderna y puramente artística que se conserva de una localidad vasca. Este oleo, que presenta un espléndido estado de conservación, a pesar de su delicado soporte de cobre, conjuga a la perfección una estudiada composición y puesta en escena con unos acabados exquisitos y minuciosos.
Paret aborda la vista como un encuentro social, en la que dignifica los tipos y costumbres, y que en el caso vasco es un testimonio gráfico sin precedentes. Fue pintada en 1783 para el futuro Carlos IV, el por entonces Príncipe de Asturias e hijo del rey Carlos III, y posiblemente para favorecer el fin del destierro que el pintor venía sufriendo desde 1775 por su participación en la vida disoluta del Infante don Luis, hermano menor de Carlos III, y que finalmente se produjo en 1785. Paret concibió esta obra como pareja de otra vista de Bermeo (actualmente desaparecida) en la que captaba el puerto en plena borrasca.
El Museo amplia así su colección del artista con una selección de obras conformadas por Vista de El Arenal de Bilbao, 1783-1784; Escena de aldeanos (fragmento), 1786; Vista de Fuenterrabía (fragmento), 1786; Triunfo del amor sobre la guerra, 1784; La Virgen María con el Niño y Santiago el Mayor, 1786, y El Divino Pastor, 1782.