La Sala Várez Fisa, coronada por el artesonado procedente del coro de la iglesia de Santa Marina de Valencia de Don Juan (León), acoge las obras donadas el pasado mes de enero, junto a otras cuatro procedentes también de esta colección que la familia ha decidido depositar a largo plazo en la pinacoteca.
Esta nueva sala enriquece y complementa estilos y autores ya representados y contribuye a paliar algunas de las carencias que tiene el Prado en esta parte de su colección de pintura y escultura españolas del Románico al Renacimiento, especialmente con las referidas a la Corona de Aragón.
Entre las obras donadas se encuentra la Virgen de Tobed, tradicionalmente atribuida a Jaume Serra. Ejemplo fundamental de pintura italo-gótica catalana, es además un documento histórico que refleja la inusual propaganda política de Enrique de Trastamara, que se autoproclama rey de Castilla años antes de la muerte de su hermanastro, el rey Pedro I el Cruel, manifestando su aspiración a la corona que consideraba legítima.
Bajo el artesonado de Santa Marina, obra única en el Prado por su tipología y dimensiones (once metros y medio de largo y más de seis de ancho), descansan tres pinturas románicas de principios del siglo XIII procedentes de Castilla y Cataluña. Los dos frontales donados (el de Sollalong, en Ripoll, del taller del Maestro de Lluçà, y el de Arnedillo, en La Rioja) son de una exquisita calidad.
La pintura mural del Maestro de Sant Esteve de Andorra, por su parte, suma a los ejemplos castellanos de Maderuelo y San Baudelio de Berlanga de Duero una muestra del románico pirenaico, inexistente en el Prado, de sumo interés al estar influida por el nuevo arte bizantino que se difundió en los últimos años del siglo XII y marca la transición al protogótico.
Del Gótico al Renacimiento
Ecos del siglo XV en la corona de Castilla se manifiestan en las pinturas del citado artesonado. Escenas sacras como la Santa cena o El descenso al limbo se suman a otras de carácter profano (en mayor número) con temas cinegéticos, de torneos, danzas y escenas amatorias, junto a otras protagonizadas por animales o monstruos, en ocasiones luchando entre sí, además de la continua inclusión de motivos heráldicos.
El estilo gótico internacional está representado a través del retablo del Maestro de Torralba, al que se identifica con Juan Arnaldin. Éste hacía gala de una gama cromática llena de riqueza e introdujo novedades iconográficas en la composición de los temas sacros. La tabla de San Andrés negándose a adorar al ídolo, de Lluis Borrassà, es obra de uno de los pintores más destacados del estilo internacional en Cataluña.
El San Antonio abad de Joan Reixach, que se suma al Tríptico con pasajes de la vida de Cristo de Louis Alincbrot, refuerza la pintura hispanoflamenca valenciana. El hispanoflamenco castellano recibe la aportación de la tabla del Cristo de piedad entre los profetas David y Jeremías, del burgalés Diego de la Cruz, con un ejemplo tardío de uno de los pintores castellanos más relevantes. Pedro Berruguete enriquece la pintura de inicios del Renacimiento con dos tablas en las que representa a los cuatro Padres de la Iglesia latina: San Gregorio, San Jerónimo, San Ambrosio y San Agustín.
La escultura también se ve reforzada con estas adquisiciones. El retablo de San Juan Bautista, de los inicios del gótico, destaca por su rareza y su buen estado de conservación. La Virgen entronizada con el Niño, atribuida a Gil de Siloé, es otra contribución importante, al ser Siloé uno de los artífices más destacados de la escultura europea del siglo XV.
Comparación y evolución
La Sala Várez Fisa se completa con las cuatro obras. La más antigua, el tríptico del Nacimiento de Jesús del Maestro del Zarzoso, fue realizada en Castilla hacia 1450 por un pintor de origen nórdico que debió formarse en el estilo internacional, pero accedió después al arte flamenco. Su técnica cuidada, su buen estado de conservación y la originalidad con que su autor trató los distintos temas representados hacen de este tríptico una pequeña joya.
La Virgen con el Niño de Juan de Flandes copia con variantes un modelo creado en el taller de Memling, que tuvo un éxito enorme entre los comitentes, aunque Juan de Flandes lo transforma, sustituyendo los tipos humanos del pintor brujense por los suyos propios.
El Nacimiento de Cristo con el donante de Fernando Llanos, realizado por el pintor hacia 1506-1507, permite conocer el estilo de Llanos tras colaborar con Leonardo da Vinci en la Batalla de Anghiari en el Palacio de la Signoria de Florencia. Su incorporación a la Sala Várez Fisa hace posible comparar esta obra con la Santa Catalina de Yáñez, verdadera obra maestra del pintor manchego.
La oración en el huerto de Paolo de San Leocadio permite conocer el estilo del pintor en plena madurez, cuando llevaba más de treinta años trabajando en Valencia. El visitante puede ahora comparar esta obra con la Virgen del Caballero de Montesa, ya expuesta por el Prado, y trazar así la evolución del pintor italiano.